Cuando uno piensa en Borja Cobeaga, director de esta ópera prima, no puede evitar compararlo por Nacho Vigalondo. Tampoco son tantos los puntos de conexión, pero el hecho de que su notable éxito y reconocimiento como cortometrajistas le shaya llevado al soñado paso del primer largo es innegable.
Evidentemente, las inquietudes artísticas y las fuentes de las que ambos beben son bien diferentes. Y, cómo no, la manera en que han afrontado su primer largo. Mientras que Vigalondo optó por una personalísima apuesta como son Los cronocrímenes, película de la que ya hemos asistido a los avatares de su problemático y escaso estreno; Cobeaga ha optado por la vieja teoría del primer trabajo alimenticio, a la espera de una más que pevisible buena taquilla y de un proyecto quizá más personal.
Me espero una comedia ciertamente tontuna, a la que por lo menos le quitaremos la pretenciosidad del planteamiento de juventud actual de Mentiras y gordas, y la idiotez sin más de Fuga de cerebros. Curiosamente la contraposición entre estas dos últimas comedias se pueda encontrar en que mientras aquélla pretende traducir tipos de comedia que están triunfando desde hace años en Estados Unidos, ésta pretende integrar o actualizar la clásica comedia española de los noventa, menos negra, con algo más de elegancia, y con mucha ingenuidad.
No me molesta que se intenten importar modelos de humor televisivo que funcionan en ese otro medio, lo que me molesta es una autocomplacencia. Penalizo la falta de riesgo de esta primera jugada.
Enfrente del ajo, Gorka Otxoa, un televisivo rostro que ha tardado en hacerse hueco en la televisión generalista, como dirían depuestos jefes de la televisión autonómica vasca. Su primer intento con Made in China fue un auténtico fracaso, pero ahora no paramos de verlo en todas partes, sobre todo, por su buen hacer en The saturday Night Live. Es el perfecto pagafantas. No cabe duda.
No, si al final resulta que será un buen año del cine español.