Crítica de la película Phillip Morris, ¡te quiero! por Iñaki Ortiz

Un género muy trabajado en el cine independiente es la comedia. Para ser una comedia independiente se debe cumplir al menos uno de estos requisitos: trabajar un humor diferente, el ejemplo más claro sería Wes Anderson; tratar algún tema social como fondo, ya sea de mensaje trascendental o de relaciones personales, como Pequeña Miss Sunshine; o bien tener un toquecillo gamberrete antihollywood, saltarse lo políticamente correcto, como Juno y su calculada irreverencia. En este caso nos encontramos en la tercera opción y casi ni eso. A día de hoy, la homosexualidad no escandaliza ni al más acartonado viejales de la meca del cine. Al menos, la mentalidad de este tipo de cine es mucho más cercana a la cultura europea que las comedias de Drew Barrymore.

La clave aquí no es otra que las estrellas que participan en la película. El rey de las muecas, Jim Carrey, que alterna taquillazos ridículos como Di que sí, con intentos de proyectos de más calidad como este. Por otro lado, Ewan McGregor, un actor que ha bajado demasiado su nivel y que ahora se deja caer por cualquier estudio que le pague aceptablemente.

Los autores son Glenn Ficarra y John Requa -es habitual encontrar este tipo de cine escrito y dirigido por una pareja de autores. Anteriormente ya han practicado el gamberrismo light con el personaje de Santa Claus en Bad Santa, de la que eran guionistas, todo un derroche de pose antisistema. Gracias a esta pose y especialmente gracias a las dos estrellas de la película, se verá en Cannes, en la quincena de los realizadores. ya se vio en el festival de Sundance, como no. Mañana se pasará la película y seguramente conseguirá el favor de una minoría ruidosa. A mi modo de ver, esta falsa irreverencia está ya desfasada.