Mi precrítica había sido demasiado
negativa, aunque no es nada del otro mundo, lo cierto es que esta
película es una opción muy digna para la cartelera, y el tipo de
cine que puede hacer industria sin necesidad de echar por tierra
cualquier valor cinematográfico. Este sí es el camino.
La película se articula sobre premisas
que todos conocemos de sobra y que a medio plazo sabemos donde irán
a parar. Sin embargo, a medida que avanza va ofreciendo pequeños
dobleces y miradas inesperadas a algunos aspectos de los personajes,
que normalmente se suelen dejar de lado. Rompe algunos tópicos y
lugares comunes en favor de un relato afinado y con un dibujo
realista de los personajes. Usa los mecanismos de la comedia
romántica clásica pero no pierde el norte de lo que suponen las
emociones en el mundo real.
De esta manera, consigue momentos muy
emotivos hacia el final, con un desenlace no-feliz, pero que tampoco
es trágico. Especialmente intensa es la elección de la ubicación
del restaurante final. Un romanticismo menos simplista e infantil, como al
que estamos acostumbrados, un tratamiento maduro de los personajes.
Todo ello con una factura muy europea,
sobria, elegante y moderna. Con unas escenas en cocina muy bien
filmadas y con dos grandes intérpretes, la cautivadora Nora
Tischner y un muy convincente Unax Ugalde. Esta historia
entre fogones quizá recuerde demasiado a Deliciosa Martha.
Contrasta con el tono europeo, esa escena costumbrista de la cena con
la madre que es creíble hasta el extremo.
No todo son virtudes tampoco. Quizá la
película esboza algunos temas que después quedan un poco huérfanos.
Especialmente la relación del protagonista con su trabajo está algo
atropellada. Además su desarrollo hacia la mitad de la película es
algo insípido, en contraste con un final mucho más vivo. En todo
caso, un buen ejemplo de cine comercial con cierta seriedad, buen
gusto y cabeza.