Que los norteamericanos viven una psicosis colectiva al respecto de los ataques terroristas y las armas de destrucción masiva -alentada por los medios de comunicación- es algo que todo el mundo sabe. Evidentemente, la industria americana no ha tardado en hacerse eco de esta nueva neura americana, que tras los terribles eventos del 11-S puede calificarse en cualquier caso de comprensible. La idea de la que parte el film de Chris Gorak responde perfectamente a esta situación: La ciudad de Los Angeles es victima de varios ataques terroristas simultáneos y un amedrentado Rory Cochrane se dispone a salir a la calle en busca de su mujer. Tras intentar lo imposible, el desolado marido regresa a su casa solo para comprobar que los terribles ataques han esparcido una nube de ceniza toxica y potencialmente mortal que fuerza a todos los habitantes de la ciudad a aislarse en sus casas.
Bajo este prima se abordan ciertos dilemas morales con el trasfondo de un matrimonio y su estabilidad como telón de fondo. Tras una serie de escenas rodadas en exteriores -francamente mareantes pero que convencen- y que simbolizan el inicial desorden y desconcierto propio de un ataque terrorista a gran escala, el film se estabiliza dentro de la casa de su sufrido protagonista, que con la llegada de su mujer, cubierta de ceniza, se sumirá durante el resto de la película en un desesperado debate interno. Pero lo cierto es que el film va perdiendo enteros a pasos agigantados a la par que el espectador pierde interés por lo que pueda ocurrirle al matrimonio implicado. Es lógico que la uniformidad de escenarios y la sensación de claustrofobia lleven a este resultado pero existen técnicas para evitarlo. Esta monotonía podía haberse atenuado con la aparición de los personajes secundarios, pero parece que los pocos que hacen acto de presencia no tienen nada que aportar al film, suponiendo meras influencias para que el protagonista se hunda cada vez más en su particular infierno.
Al desarrollarse casi toda la película en el interior de una casa, el espectador aburrido comienza a buscar defectos a su desarrollo. Y vaya si los tiene! Nos preguntamos por qué la aterrorizada mujer del protagonista tarda tanto tiempo en darse una ducha para quitarse de encima toda la ceniza presumiblemente toxica que cae como copos de nieve desde el cielo, o por qué su no menos aterrorizado marido no llega antes a una conclusión tan lógica como evidente para dejar que su mujer entre en la casa. Las reacciones de los protagonistas no resultan lógicas. El resultado final es también incongruente con las escasas pistas ofrecidas a lo largo del film y supone un claro ejemplo de cómo jugar descaradamente con el espectador.
Las novedades en el argumento aparecen muy de vez en cuando, intercalándose entre tramos donde no pasa absolutamente nada y que tratan de ser aderezados con insulsas conversaciones entre los dos protagonistas que poco ayudan a hacer más interesante la película. Ni siquiera el final -predecible- ayuda a levantar un poco el conjunto general del film. No deja de ser digna de elogio la sensación inicial creada, pero lo cierto es que Chris Gorak no consigue mantener este buen hacer hasta el final de su obra. Aunque sólidas, las interpretaciones de los actores y la estupenda fotografía no son suficientes como para levantar ellas solas el resultado global del film.
En resumidas cuentas, Right at your door es una historia oportunista pero que prometía ofrecer algo diferente. Francamente, se me ocurren muchos modos de sacarle más partido a esta película y es que el guión de la misma resulta increíblemente poco trabajado. No era difícil, con un buen par de ideas, hacer de esta película -que causó sensación en Sundance- algo entretenido. El film se convierte durante su parte final en un autentico suplicio para el espectador menos paciente. Una lástima que con todos los ingredientes necesarios no se haya sabido utilizar la receta correcta.