Efectivamente la película está trabajada, con recursos, modernizada, más espectacular, más limpia visualmente, pero se pierde en un agónico mar de personaje. Nicolas Cage (Señales del futuro o próximamente en Kick-Ass) se desmelena con parsimonia, poco a poco, de menos a más, da rienda absolutamente a sus vísceras gestuales, a ese actor que fue y que ahora es un caras y poco más. En el Festival de Venecia pasó sin pena ni gloria, mal mirada e incluso con recelo, y es que lo absurdo del actor o personaje, lo mismo, y el guión transmutado a lo final feliz, insultan a su primera versión, como ya dije en la precrítica, infinitamente mejor.
Uno se recuesta y comienza a sospechar de la mínima capacidad de Eva Mendes (The women) mientras comienza el festival de situaciones disparatadas para un teniente al uso. Este parece tener mejores contactos, menos ratos muertos, algo de alegría gamberra incluso, pero resulta mucho menos creible, mucho menos tajante. Tras la curiosa aparición de Fairuza Balk (American History X), gratuita, nos vemos ya sumergidos en mundos de fantasía, en una locura desatada, en un caer de escenas a cada cual mejor inventada para permitir que el chalado nos saque del lugar a golpe de iguana. El momento del breakdance solo desaparece de la mente cuando contemplas el final paradójicamente bonito y bueno. Ese intento de ser especial, esa necesidad de mirar con otro prisma ha conseguido que un buen director destroce un buen ejemplo de cine independiente policíaco, o de polis independientes, como se quiera enfocar.