Crítica de la película Origen por Beiger

Complejo cubo de Rubik multidimensional


5/5
10/08/2010

Crítica de Origen
por Beiger



Carátula de la película "Sal de ese mundo donde las grandes corporaciones te persiguen y vuelve al mundo real". No es una cita exacta, pero con unas palabras parecidas, Miles (Michael Caine) o quizá la proyección que Cobb tiene de Miles, nos pone sobre aviso: quizá el mundo que Cobb cree real sólo sea un nivel más de abstracción. Quizá la idea de que su mujer ha muerto sólo sea un "origen autoinducido", y puede que sea verdad que su mujer volvió al mundo real al suicidarse.

En el interesante mundo que nos presenta Nolan, está perfectamente justificada la duda constante entre realidad o ficción y, lo mejor, sin insultar la inteligencia del espectador en ningún momento. Quizá lo más chirriante de todo el complejo entramado de reglas que da lugar al mundo de Origen sea la existencia de ese supuesto limbo que es peor que la muerte. Algo tan necesario como el "si mueres en Matrix mueres en la realidad", pero tan poco justificado como aquello.

El final, traslada al espectador a la duda última del hacker Cobb: ¿puede uno fiarse de lo que realmente ve o simplemente debe elegir una realidad que le guste sin pararse a pensar si es verdadera o no? ¿tan importante es la verdad o podemos vivir más felizmente en la mentira? Por seguir con los paralelismos, sería un poco lo que le pasa a Cifra con los filetes de ternera en Matrix.

La idea de hackers de la mente capaces de introducirse en el cerebro ajeno y acceder a información protegida que en él se encuentre no es nueva. En Ghost in the shell, el Maestro de marionetas era capaz de hackear personas y utilizarlas a su antojo, introduciendo ideas falsas de familiares, etc... en Johnny Memonic tenemos directamente cerebros sobrecargados de información, etc... lo interesante aquí es la total desaparición de la tecnología. No interesa. No tenemos cincuentamil palabras tecnohackers que justifiquen la posibilidad de entrar en los sueños ajenos, ni una peligrosa y alienante penetración corporea para conseguirlo. Con un cablecito basta. Con esta simple elección, Nolan nos deja claro que los peligros de la tecnología y las grandes corporaciones, sólo van a ejercer de contexto básico, para desarrollar la idea que a él más le interesa: la introspección sicológica y la reflexión alrededor de lo que es real y lo que no. Lo que en películas como Nivel 13 - idéntica a muchos niveles a esta Origen - es realidad virtual, aquí es algo mucho menos tecnológico y más onírico como los sueños.

Quizá la mayor virtud de esta película es también su mayor defecto: el esfuerzo por justificar el sistema de reglas que generan el rompecabezas en el que se encuentra Cobb es complejo, y necesita de una larga y detallada explicación para que el espectador no se pierda. Por ello asistimos a largas escenas poco habilidosas donde Cobb le explica a Ariadne el funcionamiento del mundo de los sueños: un manual para dummies que está muy bien, pero que resulta largo y árido para el espectador. Esto unido al sistema Nolan de generar una tensión constante que no da un respiro al espectador, hace que muchos opten por desconectarse un rato para descansar, perdiendo parte del hilo de la película. Con El caballero oscuro pasaba lo mismo. Sin duda, a nivel cinematográfico es todo un logro, pero desde el punto de vista del espectador es una experiencia agotadora. El climax de la película, con unos personajes que están funcionando en cuatro niveles a la vez, es una auténtica obra maestra y una virguería, pero al mismo tiempo prolonga de tal manera el climax que uno acaba desconectando un poco. ¿Cuantas veces debemos ver el golpeo de la furgoneta y los brazos a cámara lenta subiendo y bajando?

Por lo demás, la película se estructura como una película clásica de robo de bancos, donde se recluta a un equipo, se explica las reglas básicas a los novatos y se traza un plan, que luego vemos ejecutar y que siempre acaba fallando al final con inciertos resultados. Nolan no se resiste a hacer más y más espesa su fórmula y no sólo nos regala todo un tratado de sicología, sino también uno de arquitectura.

Un posible fallo de guión - o no, dependiendo de cuál sea la realidad - : ¿cómo puede ser que Robert Fischer (Cillian Murphy) no se de cuenta de que el presidente de su corporación rival Saito (Ken Watanabe) está sentado en un avión privado junto a él?

Sea como fuere, una gran película que necesitaré volver a ver para atar todos los cabos. Espero volver a verla pronto.




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