Hermanos Oligor... Todo un desafío para el precrítico en su definición más pura: aquel que precritica una película. ¿Cómo precriticar una película que llega tan silenciosa, sobre todo tan desconocida? Y para dificultar aún más la labor del precrítico, Hermanos Oligor es un documental.
Una película que llega sin que apenas nos enteremos, que se estrenará en pocas salas (poquísimas) y de la que habrá muchos que jamás sepan de su existencia. Pero para eso estamos los precríticos, para casos como éste, no para decir lo buena que va a ser No country for old men, que es una apuesta segura (o casi; seguras hay pocas cosas).
Personalmente entiendo que es una pena que una temática tan ligada con la magia, la ficción y la creación entendida desde su punto de vista más imaginativo, por mucho que esté aquí ejemplificada a raíz de un hecho real, se muestre a través de un documental. Espero sinceramente que Joan López Lloret (del que sólo conocemos hasta la fecha el cortometraje 26 grados a la sombra) haya sabido buscar un enfoque distinto, alejado del documental más convencional, al menos. De lo contrario, el propio género puede acabar por matar lo especial del hecho nuclear de la película.
¿Y cuál es ese hecho? El documental sirve como testigo de una serie de representaciones teatrales, marionetas, en distintas ciudades europeas. La peculiaridad, no desvelaré cuál aunque nos encontremos más ante un reportaje audiovisual que ante una película, se encuentra en la especialísima genésis de esas representaciones. Mi gran miedo es que, al final, la película se centre más en las representaciones en sí, en lo que ahora podemos ver, en el resultado, que en esa génesis. Porque de aquello no pudo ser testigo y, por mucho que se nos cuente, se nos explique y se nos subraye su mérito y magia, solo habrá imágenes del ahora, y finalmente la imagen suele acabar casi siempre por ganarle tiempo en pantalla a la palabra.
Esto, claro, es lo lógico -lo contrario sería un error; hablamos de un formato audiovisual- pero nos lleva a entender que quizá el sentido total de esa historia tan peculiar sea poco adecuado para un trabajo documental. Evidentemente puedo estar equivocado, pero la única posibilidad que se me ocurre para que así sea es que López Lloret haya dado con alguna fórmula igualmente peculiar para engarzar su discurso con el testimonio de los protagonistas.
Complicado será. Igual, o más, que encontrarla en alguna de las salas de cine de la ciudad en la que vives.