Dos narices, las que ha tenido Tim Burton, al saber que voluntariamente iba a dejar pasar la oportunidad de recorrer el camino completo en busca de las 5 estrellas, de la obra redonda, voluntariamente, repito, porque como decía, ha tenido las dos narices de ser fiel en todas sus ventajas y desventajas al público al que sabía que va dirigida esta historia: los niños.
De todos modos, el propio espíritu de la película basa su sentido en ese dedicación al sector infantil y hacer otra cosa incluso pudiera haber sido incoherente, con lo cual esa elección (al fin y al cabo, también elección formal) podría justificar una posible redondez de la obra.
Pero hay que ser quisquillosos (aunque más de uno pretenderá serlo más y criticará y maldecirá esto o aquello...) y más con un talento como el de Tim Burton, que ha demostrado que puede llegar a cotas de mayúscula brillantez. Por eso señalaré que la historia flojea al final, que la escena de Wonka junior con Wonka senior se queda en una pincelada veloz, un trazo acelerado para conducirnos a ese cierre colectivo, familiar y feliz. Aclaro que no me molesta la idea, en absoluto, ni el final feliz, en esta cuento de hadas. Me molesta que la película una vez ha llegado a su moraleja (claro, de nuevo: un cuento de hadas), resbala rápidamente en dos escenas cortitas para poder cerrar la película, casi, casi, un poquito por encima.
Pero hasta ahí Burton apenas pierde pulso. La primera parte, que engloba la historia de Wonka desde su primera tienda hasta su actual y enigmático imperio, por un lado, y la narración del hallazgo de los 5 billetes, por otro, es maravillosa. Todos sabemos que Charlie acabará encontrando ese quinto billete al mundo de Wonka... pero me ha encantado como Burton juega con el tempo, con el tiempo e incluso con su propio personaje, haciéndole pasar hasta 3 veces por el mal/mal/buen trago.
Y desde que entramos en la fábrica de Wonka... qué decir. Personalmente todo ese trabajo de diseño me ha entusiasmado. Y me rindo a un Burton que sabe moverse dentro del género (peli pa'niños, sí) pero sin perder esa mala uva que entrevemos bajo el libreto, o no tan abajo, entre sus líneas. No mata a los repelentes niños, pero sí que se divierte durante segundos o minutos insinuándolo ("ese conducto da a la trituradora, ¡vaya!").
El mensaje final de la película (estamos criando a los niños como monstruos; la infancia real, sus sueños y su inocencia, apenas existen ya en ningún renacuajo de nuestro planeta) nos lo han contado ya en varios cuentos, historias y peliculillas. Pero qué hostias, me ha gustado que por fin alguien nos lo cuente con sinceridad, sintiéndolo desde dentro, sabiendo lo que dice. Porque Burton es Wonka, ese adulto que sigue siendo un niño, un chaval al que se pribó de infancia cuando debió tenerla y que ahora, liberado por sus grandes pertenencias y por su infinita riqueza, ha "comprado" de nuevo esa infancia, esa libertad, esa inocencia, esa sanísima inconsciencia.
Por cierto, unos aplauden a Depp y otros (quizás cansados de él) rumian que esta vez no ha dado con el tono adecuado para el personaje. Vaya. A mí, viendo el tono general de todo lo que le rodea (incluídos los fabulosos Oompa Loompas y sus delirantes números musicales), me parece de lo más adecuado. Y goloso y disfrutable. (Por cierto, que alguien dijo que parecía que Depp se hubiera inspirado en Michael Jackson y ahora todos se suben al carro. A mí no me lo parece ni de coña. ¿Por qué? ¿Porque le han plantado ahí con esa cara tan blanca y voluntaria y exageradamente tersa? Porque por lo demás... Y en todo caso, ese detalle sería responsabilidad de Burton o de su equipo de maquillaje.)
NO quiero pasar por alto, en una película que incluye cuatro números musicales, el papel de Danny Elfman. Fuera de esos cuatro momentos, Elfman construye una banda sonora de un nivel innegable, quizás demasiado cercana a sus trabajos más habituales para Burton, lo cual (adivino) hará que su trabajo sea más sencillo. Aun así, su nivel es innegable. Donde Elfman se lo ha pasado como un crío es con esos cuatro número tan dispares; Elfman ha regresado a sus comienzos (cuando formaba parte de una extraña banda llamada Oingo Bongo) con esa canciones que pasan a velocidades de vértigo del folk al rock al pop más chicle o (¡incluso!) a la música cybernética (y no muy lejos del techno). EL resultado es tan extravagante como, curiosamente, coherente. Además de deliciosamente disfrutable. Como Depp interpretando a Wonka, vamos.
En definitiva: Burton ha hecho una película para niños, sí. Pero su factura, su ritmno, su color, su calidad, su mala uva y el disfrute que se adivina han sentido sus responsables según la hacían, la convierte en un título de lo más satisfactorio y gozoso. ¡Y dulce, por supuesto!