Ocurre de vez en cuando que una película consigue agrupar a un gran equipo con el que un mínimo de calidad de la película está garantizado. En el peor de los casos, suele acabar en una obra sobria sin chispa, mi principal temor en un trabajo de género - un thriller de acción y terrorismo.
Para adaptar el la exitosa novela del periodista David Ignatius, contamos con un guionista de Oscar, William Monahan, quien después de empezar con un discreto guión en El reino de los cielos, consiguió la estatuilla con sólo su segundo trabajo, Infiltrados. El primero era un guión original, el segundo no, parece que se mueve mucho mejor en el ámbito de la adaptación.
A los mandos tenemos a uno de los directores más irregulares de la historia, a veces un genio, otras muchas veces un desastre. Hablo de Ridley Scott. No voy a entrar a recordar una vez más sus obras maestras, pero sí quiero destacar sus dos últimos trabajos. Un buen año fue un aceptable ejemplo de una comedia con ritmo. American Gangster resultó ser una película para saborear con gusto.
Por tercera vez consecutiva, el director trabaja con el que sin duda es su actor festiche, Russell Crowe, uno de los mejores intérpretes en activo, y que conjuga muy bien su talento con su faceta de estrella. Curiosamente, podría decir exactamente lo mismo de su compañero de reparto Leonardo DiCaprio.
Seguramente con otro equipo, una película como esta hubiera pasado desapercibida para la crítica, pero con estos créditos se convierte inmediatamente en un título muy a tener en cuenta. Esperemos que no falle nada.