El esperado y deseado segundo trabajo del talentoso realizador japonés Hiroyuki Okiura llega al Festival de Sitges dentro de su sección Oficial, por lo que podemos decir que todos los amantes del cine anime estamos de enhorabuena. Okiura es uno de esos talentos naturales autodidactas, reclutados para el departamento artístico de grandes clásicos del género como Akira o Ghost in the Shell y más recientemente, Paprika. Su primer largometraje como director fue Jin-Roh, en el 99, con el que ganó varios premios en Asia. Tras siete años de trabajo, por fin llega con una historia bastante alejada de su primer film, dónde el guión era del mismísimo Mamuro Oshii, siempre más dado a relatos de mayores magnitudes, épicos y pesimistas.
Ahora el libreto es de su propia creación, dónde habrá invertido cuerpo y alma, pero quizá haya empequeñezido las aspiraciones de muchos ante este esperadísimo nuevo proyecto, del que se adivina mucha más fantasía y magia y menos fatalismo. A priori pudiera asemejarse al estilo Miyazaki, más infantil pero siempre con un profundo mensaje y una belleza bucólica en sus imágenes.
Siempre resulta una experiencia grata adentrarse en la animación tradicional, con cuentos ancestrales por descubrir y disfrutar, pero que nadie espere nada demasiado original. La naturaleza, los espíritus, los conjuros y demás, descubiertos por un joven personaje son pan nuestro de cada día en este género.