Cuando se vuelca tal cantidad de contenido y enfoque personal en una película se consigue una obra tan imperfecta e interesante como esta.
Ha conseguido mantenerme con la boca abierta, a veces ante la genialidad y a veces ante la tremenda jeta del director. Se suceden escenas brillantes con otras que me dejan atónito por la poca vergüenza de Michel Gondry. Tan atónito que casi no puedo quejarme, no puedo decir que no me gusta. Los momentos de la máquina del tiempo no sé si perfectos o irritantes. Sólo un francés puede conseguir provocar eso.
Muchas cosas me han gustado, unas me han interesado, como la relación de los sueños con la vida real y a veces su mezcla. Otras me han deslumbrado visualmente, como la mayoría del ambiente onírico, no sólo las estupendas y espectaculares animaciones artesanales sino también hallazgos tales como las manos gigantescas que intentan componer el pequeño rompecabezas. Fabuloso.
Uno no termina de saber cuando Gondry es verdaderamente gracioso y cuando es un tontorrón, especialmente cuando nos ofrece a modo de canapés los secundarios compañeros de trabajo del protagonista. En cualquier caso se suceden escenas cuando menos originales y llamativas.
Hasta aquí era lo mínimo esperado, pero además, dentro de este ambiente original y un tanto desquiciado se desarrolla una bellísima a la par que pequeña historia de amor entre ambos vecinos. Aquí es donde el director da más de sí al personaje, desde la evidente similitud en cuanto a animación y artesanía hasta sus sentimientos más íntimos. Cuando está dolido, inseguro, feliz, asustado... se le nota detrás.
Contribuye a que esta sea una bonista historia el par de buenos intérpretes que la componen, el emergente Gael García Bernal, con un doblaje pésimo al español por alguien que no observa lo poco que abre la boca el actor, y la especial Charlotte Gainsbourg. Ambos están muy bien. Él, histriónico y desatado a la vez que humano y emocional. Ella, poquita cosa, tímida, insegura, el clásico patito feo que sabe ser el objeto del deseo más allá de exuberancias físicas. Ella me ha encandilado. La historia es tan personal que resulta adorable. Con ese final incompleto porque no nos hace falta más.
Como he dicho al principio, es tan personal que resulta imperfecta. Le sucede un poco como a la reciente película española Ficción. Algunas partes resultan más pesadas y otras casi sonrojantes. No termina de ser la obra redonda que desde luego nunca debería ser. No es el objetivo, creo yo.