Voy a dejar toda la polémica de la prohibición del estreno en cines de esta película a un lado, porque ya es redundante seguir incidiendo en que tras cinco títulos de salvajadas sangrientas que han ido perdiendo fuelle en nivel de asquerosidad e ingenio, hayan elegido esta para obligarla a autocensurarse.
Que recuerde, desde la tercera parte la trama se había enrollado al cuello tanto en si misma que se estaba auto asfixiando, llena de explicaciones forzadas y revueltas de tuerca que aunque efectivas para mantener la incertidumbre y curiosidad en los fans, estaba empezando a pasar factura.
Esta última entrega, sin embargo, lanza luz sobre todo el plan maestro de Jigsaw. Amanda, Mark Hoffman y Jill, todos son colocados dónde les corresponde y sin fallos de ensamblaje. Por supuesto el giro final no falta, con su punto de carne colgando incluido. Pero lo más impactante, es que la entrega desde la primera parte que más se parece a un thriller. Con una construcción temporal lineal en lo que a transcurso de la historia se refiere, aunque por supuesto tiene que abusar de los flashbacks para las explicaciones y por supuesto, para poner en escena a Jigsaw, quien es ensalzado como un Mesías redentor.
Encantador ese principio con critica social incluida (habéis oído bien) hacia las entidades de préstamos y hacia las aseguradoras. Está claro que han buscado desde el principio que el público no sienta ningún tipo de cariño hacia las víctimas de las torturas.
En general, muchas menos torturas espectaculares, pero una trama mucho más compacta, aunque complicada para el que no haya visto ninguna entrega de Saw. Se agracede ese pequeño cambio de aires. Veremos que nos depara la séptima parte, que amenaza con ser la última, pero con una despedida a lo grande con 3D incluido. Allí estaré.