El cine social cuenta con una gran tradición en nuestro país. Ya sea abordando la realidad de la prostitución -Princesas-, el problema del paro -Los lunes al sol-, el maltrato infantil -El bola- o la violencia de género -Te doy mis ojos-, los directores españoles parecen profesar cierta necesidad de denuncia. Lo cierto es que está muy bien que el cine sea comprometido y se use como arma reflexiva. Además, son películas que conectan muy bien con los espectadores, reciben generosas subvenciones por parte de las instituciones y suelen cosechar buenas críticas en los certámenes nacionales. Lo que no resulta tan interesante es que se realicen cientos de películas sobre una misma temática. Por desgracia, El patio de mi cárcel parece enmarcarse claramente dentro de este tipo de cine.
Su directora, Belén Macías, es una mujer curtida a partes iguales en el mundo del corto, la televisión y la publicidad que ahora se atreve a dar el salto al complicado universo del largometraje. El título de la película da a entender muchas cosas. No faltará el drama carcelario a través del cual se abordarán las diferentes realidades de una serie de mujeres de armas tomas. Una larga lista de actrices de lo más resultonas como Blanca Portillo, Candela Peña, Patricia Reyes Spíndola o Verónica Echegui serán las encargadas de dotar de profundidad a la propuesta. En resumidas cuentas, la fórmula contiene todos los ingredientes habituales. Duele tirar piedras sobre nuestro propio tejado. Duele porque en nuestro país hay talento, buenos actores y gente con ideas interesantes que tienen mucho que aportar al mundo del cine. Pero todo eso no oculta una verdad innegable: El cine social hecho en España cansa.