La diferencia con el film que le antecede, es la concreción, porque si la otra se peleaba con formalismos de un personaje al que incluso hace y muestra como un tontorrón, aquí, esa fase se pasa rápido mostrándolo como un engañado rabioso, para rápidamente dar mucha más importancia a los personajes que le rodean, a diferencia de la anterior en la que se tardaba mucho en entrar en las vidas de sus lacayos y enamorados.
El film se sostiene porque la historia es diferente, porque los actores, Penn o Law, dan un salto más allá y logran sacar lo mejor de un político demasiado físico en la película original, ahora más sibilino con la palabra si cabe, y con un periodista que ahonda en su sentir mucho más allá de cuatro rostros, aunque ayudado por una voz en off que le enriquece.
Una Winslet poco reconocible aparece tarde porque así es la trama, pero consigue cierto grado de entendimiento con Law, llevando el final algo agónico de ideas del guión, a un punto de espera menor que consigue meterse si cabe más en un film que se muetra desesperadamente conversador y lento por razones de ambiente.
La muestra de esta película es una alegría para esas películas que tratan de temas complicados y pesados lejos del amor o la pasión directa dentro del drama. El resultado final es bueno, creíble, sincero y bien resumido en escenas a cada cual más importante, sin dejar caer trampas de relleno que la pudieran haber hecho más espectacular pero menos hermética e intensa. Un placer.