He de ser sincero a la hora de admitir que el relato me ha parecido confuso y que me he perdido en varios momentos de la película.
También he de ser sincero cuando admito que la película peca de exceso de metraje y que se hace pelín pesada.
Pero fuera de esas pegas, me parece un gran hallazgo.
Desde el primer minuto Koreeda nos presenta una historia de samuráis crepuscular y sin luchas. Algo que yo no había visto antes en una película del género.
Igualmente, la película está impregnada de un logrado sentido del humor y de una humanidad de los personajes que se te pega al cuerpo a partir de la media hora. Enseguida se conecta con sus vivencias, con sus sueños, y con sus inquietudes.
Además me parece que la película tiene una notable fotografía y una cuidada dirección, que es espectacular cuando debe serlo (pocas veces) y austera cuando quiere serlo (el tono general de la película).
El samurái visto como una forma de vida que ya no encaja con los tiempos que viven y su posición social es un concepto que me ha gustado.
Una película cargada de detalles que dibujan la sonrisa del espectador en muchas ocasiones y que le hacen darse cuenta del talento que hay detrás de la misma. Maravillosos los momentos relacionados con Mago, la representación de la venganza, y la relación del vengador con aquel al que debe matar para salvar el honor del clan.
Algo que no tengo oportunidad de ver durante el año. Muy bien.