Raíces, identidad, valores o cómo ser francés en clave de humor es la filosofía de Los nombres del amor, la cinta del recién estrenado en esto llamado Michel Leclerc. Y es que él mismo se parodia con la idiosincrasia del pueblo francés y ese juego de los apellidos comunes del país galo. Muy al hilo de mi precrítica bien es verdad que a pesar de que el humor es universal y sus códigos cambian muy poco de una frontera a otra, hay películas que por su origen, su naturaleza o su contenido nacional es menos influyente en el espectador foráneo. Quien más quien menos conoce la realidad francesa y tampoco se quiere profundizar demasiado ya que su clima en particular se nos pasa por el pasapurés dándonos una la lección rápida, sencilla y fácil por delante desde el principio en imágenes y discurso. Una comedia que busca refugio en el sexo pero donde verdaderamente se encuentra es en el cinismo absoluto, el humor negro y la sátira. Y como siempre ocurre, el doblaje puede causar estragos, lo sabemos, sin embargo, entendamos lo que dicen y no cómo lo dicen.
Esta cinta nos regala a un Jacques Gamblin que lleva rozando el premio absoluto en Francia varios años seguidos y que veremos en una película mayor muy pronto. Otros tuvieron que pasar el filtro de las comedias de éxito en taquilla y después hicieron carrera. Y esto ocurrirá. Tampoco nos podemos olvidar de una Sara Forestier que puede confundir a más de uno ya que no es todo carne lo que reluce. La sal de la película sin duda alguna.
Puede que haya pasado tiempo desde su estreno pero no está el horno para bollos. Por eso, aprovecho para recuperar esta comedia sana, divertida, actual aunque posiblemente limitada en todo, tan a verlas venir y con un discurso tan fácil que se queda en algo ligero para el estómago. Fugaz, puede ser, pero al menos poniendo el dedo meñique en la llaga de una nación fascista, gaullista, jospinista...