Crítica de la película Matar a todos por Keichi

Consciente de su procedencia


3/5
07/10/2007

Crítica de Matar a todos
por Keichi



Carátula de la película Si existe una cinematografía que tenga en especial cuenta sus raíces, esa es la de America Latina. En efecto, el acercamiento del cine latinoamericano a los distintos géneros en los que más se prodiga suele hacerse sin mirar a otros lugares. Sus realizadores son perfectamente conscientes de que su tierra ofrece inconmensurables oportunidades a explotar, especialmente desde el punto de vista del guión. Hay quien argumentará que esto es una consecuencia lógica de la falta de presupuesto a la que, por lo general, han de enfrentarse la inmensa mayoría de sus producciones. Incapaces de recurrir a los costosos trucos de los que se vale la industria de otros países, las películas de nuestros vecinos han de valerse a la fuerza de lo que tienen a mano. Aunque esta afirmación tenga su lógica, eso no quita para que obras como la que ahora nos ocupa tengan una fuerte conciencia acerca de su propia personalidad.

Esto es lo que debe pensar Esteban Schroeder cuando decide embarcarse en una historia sobre las consecuencias de la guerra fría en su país y otras naciones de su entorno. En el marco de la llamada Operación Cóndor se vieron envueltas muchas de las diversas dictaduras latinoamericanas, una época que al realizador le tocó sufrir en sus propias carnes. Quizás por eso, en cierto modo, ha querido retratarse a si mismo en la figura de su protagonista, una abogada que, como el director, quiere rebuscar en el pasado para sacar a la luz toda la verdad. La temática tratada es pues de carácter estrictamente histórico, sobre unos hechos todavía recientes y cuyas consecuencias se dejan notar aún hoy en día. Ese es, sin duda, uno de los mayores aciertos de la película.

Vista a través de unos ojos que desconocen la mayoría de los tejemanejes en los que estuvieron involucrados estos gobiernos dictatoriales, el relato de una conspiración que tiene por objeto el secuestro de un científico chileno, colaborador de la DINA de Pinochet, a quien las fuerzas militares Uruguayas mantienen preso para evitar que se sepa la verdad, resulta apasionante. Además, como para confirmar la veracidad del llamado Caso Berríos, Schroeder ha optado por abordarlo a través de una película directa y tremendamente realista. No vamos a encontrarnos con escenas de acción ni tipos duros, simplemente con una protagonista enfrentada a unas fuerzas tan poderosas y parapetadas que son completamente imposibles de destruir.

En efecto, casi durante la totalidad del metraje, asistimos a la solitaria lucha de Julia, un combate que de cara al exterior le lleva a confrontaciones con la policía, las instituciones extranjeras y sus propios superiores de la justicia, pero que el director también ha querido plasmar a un nivel interno. Ciertamente, la más dolorosa de esas batallas la libra contra su propia familia, evidentemente implicada en el caso, o al menos conocedora de sus detalles. Ahora bien, no olvidemos que esto tiene una segunda lectura. Como bien deja claro el director, la familia de Julia es una extrapolación de la propia sociedad latinoamericana, incapaz de hacer frente a los fantasmas del pasado, terribles agitadores de unas heridas que no están, ni mucho menos, cerradas. No es de extrañar que el guión de Matar a todos haya sido declarado de Interés Nacional en Uruguay.

A nivel de intérpretes, nos encontramos con unas actuaciones aceptables por parte de todos los actores. Destaca, en su papel protagonista, la actriz Roxana Blanco, así como Walter Reyno como su padre, que borda una interpretación llena de visceralidad y veteranía. Especialmente remarcable me parece la breve aparición de la actriz chilena María Izquierdo, una mujer con un largo y premiado historial a sus espaldas. El resto de actores principales, Darío Grandinetti y César Troncoso, están correctos. Se trata de un reparto seleccionado entre los tres países que han financiado el proyecto. En efecto, esta coproducción entre Uruguay, Chile y Argentina, extrapola el citado mensaje, dirigido a la sociedad Uruguaya, a los otros dos países, implicados igualmente en las operaciones militares que destapa. Puede decirse que Matar a todos es un producto especialmente dirigido a su continente. El film recurre a una fotografía oscura y ciertamente apagada, así como a una serie de eficientes trucos visuales para mantener la atención del espectador. Uno se queda con ganas de ver más escenas como la inicial, vertiginosamente impactante. Como resuelve sin concesiones otra toma comprometida como la del asesinato del médico es también digno de elogio, por su naturaleza directa.

Quizás el mayor problema de esta película sea que es demasiado corta para lo que quiere contar, pero tampoco abre suficientes líneas como para adentrarse más en los complejos recovecos de su premisa inicial. El ritmo es adecuado hasta la primera hora de la proyección, pero más adelante sus defectos salen a relucir de manera evidente. Su parte final, una vez comprendido que Julia va a ser incapaz de avanzar en su investigación, resulta algo aburrida. A ello contribuye el que la carga dramática, la única vertiente que le queda por explorar al film, no termine de convencer. En efecto, las relaciones de la abogada con su ex pareja o sus propias inseguridades frente a su marido solo se llegan a rozar de pasada. Tampoco el otro enfrentamiento familiar consigue resultar tan interesante como para llevar el solo el peso de la película.

A pesar de estos defectos, Matar a todos es una película correcta. No es que se pueda decir que en Sudamérica se hace mejor cine que aquí y con menos presupuesto, pero si que es cierto que estas producciones demuestran una profesionalidad que en muchas ocasiones no nos encontramos en nuestro país, no ya por el modo en el que están rodadas, sino por las complejas temáticas que abordan. Si algo hay que alabar de Schroeder, es su sinceridad a la hora de enfrentarse a los errores de su propio país. Como muestra del cine al que representa, la película es tremendamente reveladora. El Thriller según latinoamerica es sobrio, conciso y realista. Nada que ver con lo que hacen sus vecinos del norte. En estas historias siempre ganan los malos.




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