Empecemos por analizarla como lo que es: una película. Y entre las virtudes no hay más que seguir aplaudiendo al espectacular trabajo de todo el reparto, encabezados por un Colin Firth absolutamente memorable, con una interpretación plena de matices con la dificultad añadida de su tartamudez. Impecable. Impresionante.
Como también da gusto ver a Geoffrey Rush que se come la pantalla. De ahí que me parezca muy acertada la decisión de Tom Hooper, el director, de preferir que cada uno de ellos salga más en planos cortos y contraplanos, que en un mismo plano.
Sirva como ejemplo de lo que digo la primera sesión en la que se encuentran cara a cara en el despacho de Logue. Las réplicas y contraréplicas están hechas en plano y contraplano. De hecho, en plano en el que Jorge VI está encuadrado hacia uno de los lados, al igual que el personaje de Logue. Un juego que mantiene Hooper hasta el final de la película, con plano a Jorge VI mirando a su pueblo; y a Logue, mirando a su Rey, con esa mirada de ojos entornados. Brillante.
Como igual de rutilante está Helena Bonham Carter en el papel de la Reina Madre: dulce, fuerte, emotiva, con un toque de espontaneidad. Corta pero intensa la interpretación de Michael Gambon como Jorge V, y bien resueltas las escenas por parte de Guy Pearce, con ese momento de derrumbe ante su madre cuando muere su padre.
Y es que esa escena logra seguir la línea de lo que se nos mostró en La Reina. Una película en la que se pone el punto de mira en el día a día de una familia anormal con problemas normales: la tartamudez, las envidias entre hijos, los deseos de poder elegir con quién casarse...Todo eso proyectado sobre el peso de una responsabilidad, de un destino, de que una esposa, recién fallecido su esposo, se dirija a su primogénito, le bese la mano y diga: Dios salve al Rey. Que cuando su hijo se derrumba tras la muerte de su padre es incapaz siquiera de abrazarlo en busca de consuelo. Ese saber esta y saber hacer que hace que, precisamente, siga teniendo sentido una monarquía, y más en el momento que retrata el film, en los albores de la Segunda Guerra Mundial.
Una película de interiores pero en los que el exterior se nota, siempre está ahí, como esa ventana que Logue siempre abre para recordarnos que no están solos, que todo lo que vemos es la vida de un rey.
Y si tenemos que analizar lo que esta película supone para los Óscars, he de decir que aún no sé si es la mejor del año, sólo sé que, desde luego, es muy oscarizable y que no me importaría que se llevase los buenos premios, así como un par de interpretación, dando por seguro el de Colin Firth.
Eso sí, que nadie vea esta película en versión doblada.