Crítica de la película Los Abrazos Rotos por Iñaki Ortiz

Mientras la inmensa mayoría del cine español está amarrada a la realidad, o quiere estarlo, Pedro Almodóvar, nuestro director más reconocido, decide en este caso construir su película sobre elementos de ficción, sobre el propio cine. Es su homenaje al séptimo arte, considerándolo materia tan importante como el mismísimo mundo real, como fuente tan lícita tanto una como la otra. La importancia queda clara cuando la gran venganza aquí es estropear una película. El director nunca ha sido un director realista, pero siempre ha buscado su fuente en las calles, en la forma de hablar de la gente, en la vida real. Aquí la materia prima es el cine, más allá de que se ruede una película dentro de otra, el metacine se respira aquí en cada plano. Un gran homenaje al cine.

Toda la película está compuesta de referencias cinéfilas, concretas y genéricas. Los sucesos funcionan de manera voluntariamente artificiosa (el empujón por las escaleras, la ceguera, los nombres, el hijo...), con muchos destellos de género. Por supuesto, también están los guiños más explícitos, las transformaciones de Penélope Cruz, con las que Almodóvar disfruta consiguiendo resultados perfectos. Con esta película, el director vuelve al buen camino, se olvida de querer ser el retrato de sí mismo, o la caricatura, aunque, curiosamente, aquí hay referencias a su propio cine.

A nivel visual, una vez más, el cineasta no nos defrauda, luciendo unos planos impecables, y unos detalles, palabras y gestos inmejorables. Al igual que en su película La mala educación, con la que esta guarda bastantes similitudes, la historia termina no tanto con una conclusión de una trama que realmente nunca le ha importado demasiado, sino con la defensa de la pasión por el cine.

Por otro lado, consigue unos momentos cómicos brillantes, que sólo él sabe encontrar. Una buena película, digna de su talento, aunque no aparecería entre sus mejores títulos.