Crítica de la película Los juegos del hambre por Iñaki Ortiz

Construyendo un producto de éxito


3/5
22/04/2012

Crítica de Los juegos del hambre
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Comentaba en la precrítica que la película bebería de Perseguido y Battle Royale. De hecho, hice el experimento -que recomiendo- de ver las tres películas seguidas. Decididamente, encontramos repetidos muchos de los elementos de Perseguido (el programa de televisión exuberante, la elección de participantes como escarmiento, la participación de la protagonista como protección... hasta los cilindros de acceso al juego) y de Battle Royale (lucha a muerte entre jóvenes, los problemas de confianza y de alianzas que esto genera, el amor adolescente dentro del juego... hasta la lista de nombres que periódicamente se va comunicando).

Las fuentes son innegables, sí, pero decir que Los juegos del hambre es una mezcla de ambas es como decir que Harry Potter (I) es una mezcla entre El señor de los anillos y El secreto de la pirámide, que sí, que lo es, pero hay otras fuentes bien identificables que matizan el producto. Es fácil pensar en Crepúsculo, por ese tono de romanticismo para chicas, que aunque consiga hacer reventar la taquilla, lo cierto es que lastra el ritmo de la película que se vuelve ñoña y un poco cargante (especialmente con el personaje de Peeta). Esto le da al juego un tono de drama serio que se toma demasiado en serio a sí mismo y pierde fuelle.

Otro elemento importante tenemos que buscarlo en la televisión: cualquier reality concurso de fama juvenil, sea American Idol (OT para los de aquí), algún engendro de la MTV o cualquier serie de Disney Channel; los chavales de hoy en día están obsesionados con la fama y con ser una estrella del espectáculo. Da más tensión salir a hablar al escenario, y responder a preguntas en plan Miss, que enfrentarse a un animal rabioso. Aunque resulta interesante como reproduce los mecanismos de vender un ídolo juvenil. Lo importante de ganarse al público, aquello que ya sabía el Hispano en Gladiator.

La misma Harry Potter es otra referencia clara. La manera de ir explicando los elementos concretos del juego, con sus casas / distritos, etc. ¿Nadie más ha pensado en El caliz de fuego? Esta película es un refrito de referencias clarísimas, sí, como ya lo fue la saga del joven mago. Es la ventaja de escribir para adolescentes, que aún han visto poco cine y leído pocos libros. Pero tampoco considero que sea algo malo en sí mismo, estoy a favor del remix. La diferencia es que Rowling utiliza elementos mucho más heterogéneos que constituyen un contraste sorprendente. Aquí todo es más obvio, toda una lección de como crear un producto de éxito.

Hablemos de ciencia ficción. Se elige una estética de ciencia ficción de los 30 - 40 (el vestuario de los distritos pobres, el micrófono de esa época...), en un tono muy cercano a una distopía orwelliana. El look extravagante de los personajes de la gran ciudad, tan ingenuo como el que se podía pintar en la edad de oro de la ciencia ficción. La decisión de aplicar esta estética es algo fácil, si se quiere cobarde, pues la aportación propia es nula, pero también es un válido homenaje ejecutado con correción, entre Orwell y Huxley. Igual de ingenuo es nombrar a los personajes con nombres de la antigua Roma, en referencia clara a los inventores del show mortal por experiencia, y también, por qué no decirlo, para buscar un poso pretendidamente culto.

Hasta aquí todo se mueve en términos de aceptable y correcto. Lo peor, es la falta de talento de Gary Ross, su director. Hay una tendencia creciente en este tipo de sagas comerciales (Batman, Bond, Potter) a vestirlas de una dirección adulta, compleja, estilizada, que compensa el carácter inicialmente lúdico de estas producciones, alejándose de derroches visuales circenses. En concreto, diría que Ross se inspira, o al menos tiene en cuenta, el trabajo de David Yates para las últimas Potter. La gran diferencia es que Yates ha demostrado una gran pericia y Ross se muestra perdido, sin ideas. Para tapar su incompetencia se dedica a temblar con la cámara de un lado a otro, en planos de corta duración y, lo peor, a jugar obsesivamente con el enfoque, sin que apenas podamos ver nada claro a la primera. El colmo llega con la pelea final, donde apenas se aprecia nada. Hacía falta aquí un director con energía, imaginación y maestría. Shyamalan, por ejemplo, habría hecho un buen trabajo (ojalá se hubiera pasado aquí al cine comercial y no con el rollete ese de los cuatro elementos).

En definitiva, una película entretenida, aunque se dilata un poco por las concesiones a las adolescentes; un correcto remix de otros productos ya conocidos, que tiene como peor punto de apoyo el gris trabajo de su director. Absolutamente nada nuevo, pero no funciona mal del todo.



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