Soderbergh no toma partido a modo The girlfriend experience pero esta vez con todo el sentido del mundo. Sale a relucir el documentalista observador que tiene dentro y narra y narra siendo concreto, conciso, sin caer en el efectismo, mostrando y mostrando y buscando todos los factores para agobiarnos con un poder exquisito de expectativa e interés.
Soderbergh se limita a no estorbar, se queda callado, no innova y hace lo que sabe hacer, señalar el camino con seguridad y un punto de pillaje en lo que se refiere a aquellas escenas clave que tienen que salvaguardar nuestro sentimentalismo en liza con el miedo que nos retrotrae.
Tendríamos que premiarle a la película más recta y seria, menos provocadora, un mérito que se ha ganado no siendo nada fácil lograrlo, todo lo contrario, sería sencillo caer en sentimentalismo, caer en cortes y recortes de momentos, pero simplemente nos ofrece un cuadro meticuloso donde cada uno puede fijar su corazón en el personaje que quiera y su horror en la escena a temer que se quiera.
Podríamos hablar de una película suspense, de horror, de amor, filosófica, cada cual es posible porque es un film que Soderbergh ha decidió y conseguido que sea de todos y cada uno. Una película sensacionalmente pensada y meditada. Una película que se recordará no con falta de fastidio…con un director que cuando quiere sabe aunque disfrute más con otras cosas...