La eterna amenaza del malo de las tinieblas forma el título de mi postcrítica entorno a una película lenta, sin vitalidad, con un ritmo agotado y mucha habladuría de peluquería. Pudiendo disfrutar de lo decente del film, la última media hora, eliminando el tiempo invertido en una hora inicial, bien se podría haber destacado un cortometraje marchando al grano de unos signos que no atrapan ni añaden emoción, sólo viajes en el tiempo y sencillez en su optención.
El grupo de ancestrales parecen más una panda de vagos que no terminan de saber muy bien qué pintan, ya sé que en el film están para explicarlo todo en todo momento, pero estoy seguro de que hasta los pequeños terminan por pedir su anulación.
El lado didáctico de la película es hasta cierto punto justo, porque la superación, la fe, la luz frente a las tinieblas, y la ausencia de hermanos por los que llorar son elementos tan obligados en la historia que son un estorbo para conseguir del todo una lección de vida. Un intento de ser interesante sin serlo. Repetitiva hazaña infantil.