Antes de lanzarme a describir los elementos que me han gustado de esta película, y para evitar suspicacias, adelantaré el motivo por el que no le doy la quinta estrella a este interesante film.
El valor de la película es su narrativa tan contenida a lo largo de todo el film. Notas dentro de la película un corazón que cada vez late con más fuerza y más intensidad, pero el director sigue con su ritmo pausado, sostenido, contenido, sin dejarse llevar más que en contadas ocasiones por arranques de fuerza, concretados en bellísimos planos visualmente hablando. Por ejemplo, el primer ataque de la niña; o el momento en que un personaje desaparece envuelto en llamas.
La película no está construida con un ritmo, digamos, convencional en lo que a mecanismos de género se refiere. Un ejemplo de ello puede ser el momento en que uno de los personajes entra en la casa y descubre a la niña dormida en el baño. Está rodado de manera casi anticlimática, como casi todo el film, destacando tan sólo el final, con un bellísimo plano debajo del agua de la piscina.
Esta estructura es lo que hace que el espectador se acostumbre a la frialdad, y es esta frialdad, manifiestamente buscada por Alfredsson, la que me impide darle las cinco estrellas.
La historia es dura, y el símil con el vampiro está muy bien traído para relatar un caso de mobbing, un problema de una sociedad como es la sueca que nos parece tan alejada y tan diferente, que uno no se da cuenta de su error hasta que ve películas como ésta o lee Millenium de Stieg Larsson. Pero más dura aún es la historia de esa niña vampiro que se va enamorando una y otra vez de niños de 12 años, que la acompañan y la protegen, y envejecen, mientras ella permanece igual de joven o de muerta. Está muy bien trazada la historia de la niña y su anterior conquista.
Una película que, por supuesto, funciona a muchos niveles, y que se distingue por una fabulosa fotografía y una puesta en escena prodigiosa.
Se agradece ver buen cine.