Ante todo hay que clasificar esta película como adorable. Es pequeña, bienintencionada, amable, sobre un personaje gruñón, arisco, y con una sonrisa interior que se escapa por su inalterable mirada. Pero es mucho más que eso.
Su ritmo voluntariamente lento, a veces como arma de humor soterrado, humor del que en Precriticas denominamos post-postmodernista, pero que en Finlandia practican desde hace tiempo. Un ritmo a veces lento por la necesidad de remarcar la soledad, pero que no se conforma con quedarse ahí y aburrir al espectador, sino que se dosifica, se camufla, se corrige para un visionado positivo pero que sigue manteniendo puro ese efecto de soledad. Su ritmo pausado esta vez sí está justificado, y su duración es la adecuada.
El argumento se va desgranando poco a poco, con suavidad, sutilmente, como en los buenos guiones. En lugar de crear intriga ocultando, construye interés con aquello que va mostrando poco a poco. Poco a poco llegamos a conocer el drama de este personaje, que reúne en su ser los dramas de muchos otros. Vamos comprendiendo bien sus pensamientos, su dolor, la incomprensión del resto, como su hija, y la comprensión de quien dicta sentencia bajo unas leyes que no son las suyas. Algunas escenas, como la que tiene con la señora que le trae la compra, son muy emotivas.
Una película muy pequeña que nos habla de cuestiones muy grandes. Seguiremos a este director.