Los sentimientos que esta película ha despertado en mí son absolutamente contradictorios. Nada más terminar de ver el film, he de decir que me corroía el asco. Estaba mucho más empapado por lo que considero el sentimiento que late bajo el celuloide o, incluso, su ideología. Y me molestaba mucho más ver cómo la gente en el cine aplaudía y reía. Pero conforme han pasado las horas, los recuerdos que me vienen a la cabeza son los relacionados con las bondades cinematográficas y visuales del film.
Llevo repitiendo el mismo argumento en distintos formatos a lo largo de los últimos días, pero me horroriza la ideología de apología de la venganza que impregna y alimenta la película. Una sed de venganza que ha terminado por eclipsar el cine de Tarantino en las películas que ha rodado tras el fatídico 11-S. Bien es cierto que en Kill Bill también la había, pero la misma no me ha llegado de la misma manera que esta venganza con tintes apocalípticos y de corte claramente judío, del Antiguo Testamento de la Biblia, vaya. Lo peor de todo es que, mientras algunos ríen sin darle mayor importancia a esto, otros se sienten saciados por esa oscura necesidad de venganza que creo late en el subconsciente de muchos estadounidenses.
Dejando a un lado estas cuestiones, más personales que cinematográficas, y centrándonos en la película, en el celuloide, la verdad es que el resultado es un film irregular y grandioso a la vez. La división en capítulos no creo que funcione como estructura vertebradora, sino más bien como un ánimo de mostrar que esta película está formado por un puzzle difícil de encajar. El capítulo 1 es sublime. La master class de dirección y suspense que nos da Tarantino es para no olvidarla jamás, y que sirve, así mismo para presentar a ese malo de anale sdel cine que es Landa. Creo que es, junto con la escena de la taberna, la parte del film en la que Tarantino consigue aunar su talento para los diálogos con el contexto histórico y el ritmo del film. Impecables.
Aunque personalmente la escena de la taberna me parece excesivamente larga, se me hizo pesada. Claro que no tanto como la escena en la que aparece Mike Myers. Tarantino compone una película seria y madura y desencajada también, con grandes momentos como las presentaciones de los Bastardos, claro que la película, finalmente, creo que no es capaz de mostrar un elemento común que aglutine. De ahí el resultado descompensado.
Pese a rodar en idiomas que no conoce, Tarantino es capaz de dirigir a los actores como si de un reloj suizo se tratase, sin dejar de lado momentos hilarantes a más no poder como el intento de Pitt y cía de parecer italianos. Fantástico.
Claro que uno no entiende cómo se detiene Tarantino a perfilar un malo tan apabullante e inquietante para terminar con él de esa manera tan absurda. ¿Por qué se entrega? Nadie lo entiende.
Por último, me gustaría destacar un paralelismo entre Tarantino y Almodóvar. La escena en la que el valiente alemán, interpretado por Bruhl y el personaje de Melanie Laurent se matan entre sí, tiene el lirismo e incluso la manera de rodar de Almodóvar. Así mismo, el momento en el que Melanie Laurent anuncia su venganza recuerda de manera directa a Los abrazos rotos. Curiosa coincidencia.