Viendo las esperanzas de mi compañero Sherlock, y los antecedentes de los directores (Pucini y Springer Berman), lo peor que se le puede decir a esta película es que, finalmente, es convencional. Es lo peor ya no sólo por la peculiaridad que caracterizaba a American splendor, sino por que Diario de una niñera también arranca con otras ínfulas. Lo intenta, hace un esfuerzo por plantarse en otro lugar, por aportar un enfoque distinto, original. Pero desde luego ese estilo descarado inicial no acaba de cuadrar con la historia que, uno intuye, nos van a acabar contando.
Y ocurre lo que ocurre, que salvo momentos aislados, desgraciadamente muy aislados, la película acaba por adoptar un ritmo convencional, unas maneras convencionales y, en general, un estilo narrativo convencional. Al menos, eso sí, no dejan de cargar las tintas en las evidentes diferencias de clase entre la protagonista y el entorno del que proviene, y ese nuevo entorno en el que tiene que moverse. Todo para dar a entender que, después de todo, no son tantas. Una pena, efectivamente, que nos acaben contando lo de siempre, lo de tantas películas.
Se agradece, cuando menos, que la película no caiga de manera machacona en esa historia sentimental que asoma poco a poco, entre Chris Evans y una sosona Scarlett Johansson (últimamente su repertorio gestual pasa del gesto de sorpresa de chica tonta a su ya clásico "poner morritos"; se nos va, se nos va...). Es un affair que el guión aprovecha como contrapunto y casi como apoyo para el devenir de su trama principal, siempre con el niño y esa madre rica frustradísima a cada lado de la niñera.
Hay situaciones interesantes, hay momentos bien plantados en escena y es una pena que, por la pura inercia de la película, vayan desapareciendo para terminar desenredando la madeja justo como sabíamos que iban a hacerlo. Los personajes quedan justo donde sabíamos que quedarían. Nada nuevo bajo el sol.
Cierto es que uno lo lamenta menos en ese cierre, porque ya a la mitad de película había perdido toda esperanza de que esos apuntes iniciales fueran idea constante, estilo y seña de la película, pero aún así queda un sabor agridulce. Se nota que hay gente inteligente detrás del proyecto, y a pesar de los dudosísimos mimbres argumentales con los que trabajaban, han confeccionado un producto que se puede ver, con dignidad. No es la clásica comedia estúpida, no. Pero a su vez está muy lejos de lo que, seguramente, ellos pretendían. Pero lejísimos. No era este el camino.