Fresnadillo vuelve a demostrar
en este tercer trabajo que tiene muy buena mano para la dirección,
un talento que puede ir creciendo, pero que, en sus películas, el
punto débil está en los guiones -y esta vez la culpa no es suya,
pues no firma el texto. A nivel de dirección consigue unas imágenes
poderosas, puntos de vista originales, efectismos que funcionan
bastante bien. En general una textura correctísima y un ambiente de
terror bien sostenido, sólo estropeado por la machacona y simplona
música de Roque Baños. Aun con ese lastre, la película
podría funcionar como buen cine de terror, ayudado por el buen
trabajo de los actores.
Lo que no es tan digerible es un guión
que hace aguas por todas partes. Primero porque apenas se sostiene,
con muchos elementos que van retorciendo una historia que termina por
no tener demasiado sentido, y que diluye la cuestión central.
Segundo porque llegados a cierto punto en mitad del metraje, no para
de repetir el mismo esquema - convirtiendo los ataques de carahueca en pura rutina - y terminando por aburrir, y por generar
indiferencia.
Llama la atención también la
exagerada presencia del cine de Shyamalan, que se hace demasiado
evidentes en algunos momentos: el impermeable bajo la lluvia clavado
de El protegido, el niño susurrando su aterradora verdad a un
guía que quiere ayudarle, o siguiendo con El sexto sentido,
el chaval jugando con sus muñecos en la iglesia como primer
encuentro con el sacerdote. Eso por no hablar del monstruo infantil,
el coco, al más puro estilo El bosque. Además de la enorme
necesidad de buscar el giro sorprendente, que aquí queda diluido por
innumerables pequeños giros que en la mayoría de los casos ni
siquiera tienen trascendencia. La referencia -llamémosla así por no
decir palabras más feas- a El exorcista también es evidente
por demasiadas razones.
Fresnadillo se consolida con esta
película como el ideal realizador que en Hollywood podrán usar para
dar buena imagen a sus guiones más baratos.