La Quincena de los Realizadores de Cannes acoge el estreno de lo nuevo de uno de los más grandes: Francis Ford Coppola. Citando Apocalypse now o El padrino me ahorro media docena de líneas que nos llevarían a mismo término.
Coppola, no obstante, hace años que ha visto estancada su eterna lucha contra lo convencional. Su empuje y sus hallazgos son ahora conocimientos más que asumidos por cientos de cineastas. Su necesidad de no ofrecer resultados como los de cualquier otro le han llevado a buscar experimentación en juegos estéticos que, a estas alturas, no sorprenden y tampoco aportan.
Pero Coppola es Coppola y va a seguir buscando, indagando, es seguro que no se rendirá hasta el día que deje de respirar. Ahora su vía de lucha se abre en un círculo minoritario, alejado de las ansias megalómanas de aquel proyecto titulado, precisamente, Megalópolis. Frustrado, ha encontrado pasto para sus ambiciones en un cine barato y profundamente íntimo.
La familia volverá a ser protagonista en Tetro, también el arte. Se ha rodeado de un reparto latino con nombres como Maribel Vedú o Carmen Maura. Eso sí, que Coppola eligiese a Maura para el papel rechazado por Javier Bardem me mosquea infinitamente. Como a muchos otros, imagino.
Al lado de ambas veremos a Vincent Gallo, ese interesante actor que se cree Leonardo Da Vinci, quizá uno de los especímenes masculinos con mayor ego del ámbito interpretativo actual: actor, director, pintor, poeta, modelo... En fin, un gallito del Renacimiento.
Puede que los tiempos de gloria y Arte con mayúsculas de Coppola hayan pasado, pero es él, sigue siendo el viejo Francis, y hay que esperarle con fe y verle con respeto. Y quién sabe, quizá antes o después nos depare otra sorpresa.