Por si no lo sabíais, el sistema está
podrido. Esto, entre otras cosas es lo que nos viene a contar George
Clooney en su último trabajo como director, Los idus de
marzo. Hasta los más bienintencionados y rectos políticos
tienen que bregar con necesarios pactos con el diablo y asumir los
chantajes y tratos oscuros que se le ponen por delante si no quieren
quedarse descolgados a media carrera. Clooney nos habla de esta
situación con una historia tajante, sin opción a objeciones, perfectamente cerrada. Al
tiempo nos desarrolla una historia de traición típicamente
shakesperiana, no en vano el título remite a la obra del autor,
Julio César. La clásica caída de la luz al lado oscuro, con
un final de primer plano del protagonista que casi parece pedir los
jadeos metálicos de Darth Vader de fondo.
El encargado de llevar a cabo esta
fatídica transformación interior es Ryan Gosling, que como
siempre, emplea toda su energía de joven
talento. Lo cierto es que todo el reparto responde de maravilla.
Desde el propio Clooney, perfecto político idealista de sonrisa
impoluta, hasta los dos manipuladores en la sombra, Paul Giamatti y Philip Seymour Hoffman. Unido a una muy buena factura y a
alguna que otra elección original, tenemos un resultado bastante
satisfactorio.
Quizá me sobra lo radicalmente
perfecto que es el programa político, exagerado para la sociedad
actual norteamericana. Por otro lado, puede que el formato de
tragedia clásica esté demasiado mascado para una historia del siglo
XXI, me interesaba mucho más la contemplación más general de los
entresijos de las trastienda de las primarias, muy bien retratado, en un tono muy cercano
a la cuarta temporada de The Wire. Esos cierres tan perfectos
de la trama resultan algo artificiosos. ¿Se convertirá Clooney en el
sucesor de Eastwood en cuanto a clasicismo? No lo parecía cuando se
estrenó con un guión de Charlie Kaufman. Con todo, una buena
película sobre la política y sobre la condición humana.