David Cronenberg necesita ya poca presentación. Actualmente tenemos en cartelera su última película, Cosmopolis, otra muestra más de su intento en estos últimos tiempos por intentar entrar en el reconocimiento y agradecimiento de la crítica considerada como más seria. Atrás quedaron sus tiempos de Videodrome o, menos rompedoras, de Crash o Existenz.
Quizá ese hueco entienda que ha de ser rellenado por nadie mejor que su propio hijo: Brandon Cronenberg.
Uno se acerca a esta ópera prima de Cronenberg Jr. y se puede decir que en ningún caso quiere ocultar que es hijo de su padre. Bien es cierto que hay muchas diferencias entre lo que parece que nos va a dar este primer film del hijo en comparación con los primeros films de su padre. Lo evidente es la técnica y el presupuesto con que contará uno en comparación con el que contó el otro. A priori no me importa demasiado si lo que me transmite Brandon es honestidad y, lo contrario sería pecado mortal, muchas pero que muchas ganas, excesos, delirios, imperfecciones.
Comentaba mi compañero Sherlock en su especial sobre lo más interesante del Festival de Cine de Sitges que el aspecto de esta película quizá sea más estilizadas y de diseño de lo que a uno le podría entrar por el ojo. No le quito mano pero hay algo en el proyecto y en dichas imágenes que me recuerda al Cronenberg senior de su juventud y que ahora no veo y que quiero volver a ver y/o encontrar. A este clavo es al que me agarro para desear que se estrene la película en España y poder verla.
Desde luego, avales no le han de faltar. Además de su paso por Sitges, de su apellido, nos encontramos con que Antiviral estuvo también en la sección Un certain regard del Festival de Cine de Cannes.
Brindemos por Brandon y por ese detalle de darle un papel a Malcolm McDowell en la película, el inolvidable Alex de La naranja mecánica.