"Puede que te sientas marginado, pero nunca estarás solo", le dice Superman, en el cierre de la película, a su hijo. Pero más bien podríamos decírselo todos a Lex Luthor. Marginado por los guionistas, marginado por Synger y marginado en el interés general del propio desarrollo de la cinta. Y, cierto, nunca está solo. Siempre lleva a su lado a esa ristra de inútiles que le acompañan. Pero, para esa compañía, mejor hubiese estado solito.
Tiene un problema enorme este Superman y ese problemón es que la acción, el superheroe, el villano, el enfrentamiento entre ellos (que apenas depara una escena, una sola escena, aunque una gran escena, eso sí), apenas existen. No entiendo por qué, pero parece que a Synger poco le ha importado. Por eso hablaba que el interés central de la película mantiene a Luthot completamente marginado, casi, de la trama. Ese interés, al final, no es otro que comprobar si Lois sigue enamorada de Superman, como éste traga el que ella se haya casado, y todo ese rollo sentimental.
Hasta tal punto llega esto, que hay minutos y minutos y minutos en los que Luthor no aparece, en los que Superman no salva a nadie, y en los que más parece que veamos una curiosa película romántica en la que el galán va disfrazado de Superman. Será Halloween, piensa uno. Y continúo: hasta tal punto llega, que el cierre de la película, el verdadero desenlace, está en ese erróneo suspense que Synger persigue con la posible muerte de Superman, la tristeza de ella, su beso, el beso del hijo, su resurrección, su primera lección paternal.
E incluso las escenas de acción las centra el mismo tema. Superman salvando a Lois de morir ahogada en un buque a la deriva. Craso error de Synger. Alarga y alarga la escena en busca, de nuevo, de un suspense que nunca llegará porque, lo sabes, el que sí llegará, antes o después, es Superman.
Si a todo esto le añadimos que la chica, la Bosworth esta, o como se llame, es más sosa que una rosca sin azúcar, os empezaréis a preguntar si, acaso, no me ha gustado nada de la película. Pero sí, me han gustado varias cosas, no creáis, unas cuantas, de hecho. Pero los errores me parecían tan flagrantes que entendía justo comenzar por ellos.
Entre los puntos buenos hay que citar (salvo a la Bosworth de las narices) el cast. Brandon Routh, alias Reeves 2 (yo también veía el parecido, pero después de verle vestido de Clark Kent imitando los gestos de Reeves, no podía creérmelo), está perfecto en el papel. ES Superman. Me lo creo. Y listo.
Spacey tiene poco espacio para crecer, Synger le da poco tablero donde jugar, pero aún así su presencia produce en el espectador un aplastante sentimiento de respeto reverencial, casi. Con apenas dos detalles y dos gestos, la pantalla es suya.
Y Synger no se merece mi aplauso porque le responsabilizo directamente del naufragio intencional de la película, pero salvo y subrayo su talento visual, sin lugar a dudas tremendo, muy potente. Desde algunos momentos cañeros, de pura acción, donde sabe donde atiborrar con cortes o donde hacer esperar al espectador con planos prolongados, hasta momentos aparentemente intrascendentes (encadena desde un plano de la gran ciudad hasta un interior, y consigue fundir, casi por arte de magia, la silueta de los rascacielos con estanterías llenas de libros; bellísimo).
Sólo por algunos de esos momentos la película vale la pena, peo de largo, sobradamente. Es más, me atrevería a decir que vale la pena ya sólo por la secuencia de los créditos, tan hermosa como apabullante.
Contento de haberla visto, y contento de haber visto algunas ideas e imágenes realmente buenas, salí de la sala con un leve sabor amargo. Superman es un producto complicado, para quien quiere darle calidad, pero este Superman sí podía haber sido algo mejor.