No nos descubre nada nuevo esta
película, de hecho lo único que hace es ejecutar bien la acción
que había prometido. Pero es que la ejecuta de maravilla. Esta
acción no es otra que rodar una película de exorcismos al estilo
REC. Y digo al estilo REC y no al estilo Proyecto de la
bruja de blair, no porque la cinta catalana sea posiblemente la
cumbre del subgénero, sino porque se acerca más en cuanto a que
representa un formato cercano a la televisión (su planteamiento es
comparable a El encantador de perros, o Un infierno en la
cocina) y no la grabación casera. Este punto de vista justifica
mucho mejor la continua presencia de la cámara y la calidad superior
al simple video doméstico.
En todo caso, esto ya se ha hecho unas
cuantas veces, eso sí, casi siempre mal, siendo poco creíble
técnicamente hablando, ofreciendo situaciones injustificadas,
fallando en lo esencial: el efecto dramático. Bien, aquí todo eso
funciona como un reloj, salvo quizá un par de interferencias
forzadas hacia el final (esos saltos de la imagen). Por lo demás,
uno entra absolutamente en el documental. Por supuesto, ayuda que los
actores estén tan en su lugar. Patrick Fabian como
evangelista absolutamente carismático, se gana al público con su
cinismo bien intencionado. Ashley Bell, la endemoniada capaz
de lanzar unas miradas a la cámara extremecedoras. El aterrador
padre creyente, Louis Herthum.
Normalmente en este tipo de cine, se
sacrifica el calor de la primera parte para ir creando el universo
realista, pero en este caso, se juega con acierto con la
prestidigitación y el engaño, en una línea cercana al Fraude de Welles. El ritmo es impecable.
Pero sin duda, el gran acierto de la
película es la sutileza y la moderación. Para un público al que
cualquier tipo de ritual exorcista no provoca más que carcajadas, es
difícil ofrecerle este tipo de material. Sin embargo, se acierta al
reservar en pequeñas dosis los amagos sobrenaturales, y al buscar un
equilibrio ambiguo entre lo paranormal y la enfermedad mental. Es
todo un acierto que el primer exorcismo sea abiertamente falso, e
incluso divertido, eso hace que el resto, por contraste se vuelva más
intenso. Son pequeños trucos de mago como este los que consiguen que
la película funcione. Sólo al final, se permite el desmadre
paranormal, pero ya no importa, ya no hay que guardar nada para
después. La imagen del evangelista corriendo ensimismado hacia el
fuego con una cruz es impactante. Pero sobre todo los momentos en los
que la cámara debe adentrarse en el bosque o en la casa vacía, son
terroríficos.
No olvidemos que la película no sólo
se apoya en un suceso paranormal, sino que se adentra en una
sociedad, la de la américa profunda más ignorante y supersticiosa,
donde sobrevuelan los fantasmas del incesto, del dogmatismo, del
maltrato. De un grupo cerrado y potencialmente hostil. En la medida
en la que el retrato social es bueno (y lo es, más que en muchas
películas oficialmente sociales), el suspense se vuelve
psicológicamente mucho más intenso.
Sí, parece fácil, pero acertar en
todo no lo es tanto.