En algunos momentos, el argumento de esta película recuerda a Cuestión de pelotas, y aquella no era precisamente una película que destacara por su argumento. Y quien cita esa película cita cualquier otra del mundo de la competición en equipo. Lo común: se narra como se forma el equipo, siempre hay gente que se hace la remolona, especialmente los mejores, la persona que forma el equipo con mucho tesón tiene un momento de pérdida de fe que es suplida por la de alguno de los compañeros que antes no era tan optimista. Esto último suele suceder hacia el final cuando parece que el plan se ha ido al traste, normalmente por la traición o deserción de algún miembro del equipo. ¡Sí! Todo eso. Y realmente para mí supone un contra bastante grande. Es que, con referencia a la película de Ben Stiller, ¡hasta la motivación es la misma! Conservar un viejo negocio que está en quiebra. Que se parezca tanto a un argumento que ya estaba trilladísimo es muy malo. Y no creo que precisamente este fuera un referente de la directora.
Por supuesto que la película, al contrario que sus similares, no va de eso. De hecho, tiene la osadía de terminar antes de que comience la primera partida, porque los temas de la película ya están cerrados. La protagonista ha superado el problema de su padre, la historia con su marido ha finalizado, su compañera ha abierto su corazón por fin a su pretendiente, el crío le ha perdido el miedo, los jóvenes amantes ya pueden dar rienda suelta a su amor. Demasiado cerrados para mi gusto. Parece que poco importa el campeonato.
Y, hombre, yo sí que me quedo un poco con las ganas de ver que tal les va. No quiero media hora más de billares, pero sí me gustaría saber si la protagonista se acuerda de jugar, si van a superar al duro rival que se avecina, si van a poder continuar con el negocio. Claro que como esto no es "billar americano", lo más probable es que pierdan, así que casi que mejor no verlo. Lo que no entiendo es a qué viene esa salida de tono cuando el guión ha sido tan concesivo hasta entonces.
Las interpretaciones muy bien, especialmente Maribel Verdú, y también está bien Blanca Portillo. Uno echa de menos que alguno de los actores haya tomado clases de billar y sea capaz de ejecutar alguno de los golpes por sí mismo, que siempre queda muy bien, pero claro, aquí no tenemos a Tom Cruise, aquí tenemos a Ramón Barea, y no le veo yo. Supongo que ni se planteó.
El guión es un poco de carambola, rebuscado. El marido tiene una vida aparte y además es prófugo de la justicia. El padre le había engañado al otro pretendiente de su mujer diciéndole que estaba enfermo y que esperara, finalmente se muere… vamos, todo un poco cogido por pinzas.
Una dirección sobria con detallitos en la que se echa de menos un poco más de juego con la bella geometría del billar francés.
Es una película entretenida, con buenos momentos cómicos y entrañables, con una trama un tanto rocambolesca, emotiva pero conformista. Justita.