¡Qué pena! La verdad es que la película arranca maravillosamente bien.
Lejos de dar imagen de una película amateur, la fotografía y dirección de cámara al hombro de Panahi en los primeros diez minutos de película me resulta muy meritoria dentro del autobús.
Ese tono se mantiene y crece en interés cuando la protagonista se acerca al estadio. El argumento ya se nos ha puesto sobre el tapete, al igual que el conflicto y macguffin. Para ello Panahi se ha encargado de explicarnos qué es lo que hay en ese estadio que lo hace tan importante: la libertad.
Tenemos ya el símil: la mujer que intenta llegar al estadio, en busca de la libertad, custodiada por policías y militares.
La pena de esto es que la descubren demasiado rápido y la llevan donde el resto de mujeres que han entrado. Al igual que la pena de esto es que no parece que haya un castigo tan grande, eso que varias personas se encargan de advertirle a la joven antes de que llegue al estadio.
A partir de ahí la película baja en fuerza y descansa sobre las bases de una comedia más o menos ligera en la que lo que cuenta es hablar ya de la situación en Irán, de las diferencias entre Teherán (la capital) y el resto del país, en lo que desde siempre importa a un soldado que es reclutado a la fuerza: su pueblo y más bien poco su Estado.
La película durante la siguiente hora da apuntes interesantes pero evidencia todos sus contras, las del cine iraní en general, esto es, lo pobre de sus argumentos. Su argumento es una sinopsis de un par de oraciones y poco más, y eso hace que la película termine por resentirse.
Sigue siendo interesante la manera en la que tienen recluídas a las mujeres de tal forma que pueden oír la libertad que emerge del estadio, pero que no la pueden ver. Pero este elemento termina por diluirse en el tono de comedia que termina adquiriendo la película.
Lo peor está aún por llegar: los últimos 15 minutos. Desde que montan en la furgoneta la película dilata en exceso el final para llegar a los másgicos 90 minutos. Y como alargar con rigor es difícil nos meten nuevos ítems: la motivación de la protagonista de rendir tributo a sus amigos muertos, el personaje de los petardos, etc.
Una película que como todo el cine iraní enamora por momentos aunque se afana en arraigarse a un minimalismo que cansa.