Recuerdo la inusitada frialdad con la que Sitges acogió hace años las propuestas de dos gurús del anime como Mamoru Oshii y Katsuhiro Otomo. En aquel entonces me dio por escribir un artículo de opinión en el que reflexionaba sobre el presente y futuro del género. Lo releo hoy y veo que las cosas no han cambiado demasiado. La verdad es que no se puede decir que la animación japonesa atraviese un periodo de recesión -sobre todo si es entendida como una industria de naturaleza comercial- pero no es menos cierto que muchos de sus padres espirituales se han sumidos en una suerte de inquina creativa de la que solo unos pocos como Satoshi Kon o el maestro Miyazaki parecen escapar. Efectivamente, los genios siguen en crisis.
Shinji Aramaki no es ni mucho menos un hombre tan importante como los citados, pero si que ha destacado como diseñador en ese subgénero tan prolífico de la cultura popular japonesa que es el de los mechas. Nos hallamos ante la secuela directa de Appleseed: The beginning -que el propio Aramaki dirigiera hace un par de años- y tercera adaptación cinematográfica del complejo manga de Masamune Shirow. A la película no le falta presupuesto, como demuestra el padrinazgo presupuestario de John Woo o la participación de Miuccia Prada en los diseños de vestuario. Aunque su cyberpunk de ojos grandes no nos convenza, será imposible no maravillarse ante su tecnología animada. Es lo bueno de casi todas las producciones japonesas: Estéticamente son una delicia.