No soy yo un entusiasta de esta especie de escalada de títulos violentos de efectismo lírico en el ritmo y tempo de los señores orientales. Dos razones me suelen inundar, una la lastimosa forma de intentar crear una historia vital en sí misma cuando en realidad solo se quiere mamporrear con elegancia, y otra que ese mamporreo fuera de ser algo tremendamente bello, se convierta en una especie de experimento de atracción hacia un nuevo género fingido de fantasía mágica. Un producto más que al final requerirá de nuestra infinita paciencia para acabar la cinta.