No puedo evitar el chascarrillo de comentar que David Trueba no me encanta, por así decirlo. Simplemente su pedantería grácil y ganas de inmiscuirse en todas las artes con pose de control me hastía y desagrada. Qué le vamos a hacer, es más un hecho que un motivo, el alma humana se corrompe y equivoca como la mía con él, pero es así.
Apartando el párrafo anterior puedo a la vez vanagloriar la fortuna buscada con talento tratando de enroscar literatura y cine con comercio y morbo. El film Madrid 1987 es una especie de oasis caprichoso y diseñado para asombrar por la novedad y ganarse al público a golpe de actor que no actriz.
José Sacristán siempre perfecto, lo pesado viene del guionista que trata de ser hasta pesadamente locuaz hasta en los peores momentos, ella, María Valverde, más normal, hasta sencilla, pero previsible y torpe en algunos textos. Por lo demás, el papel de desnudo de ambos cumple las expectativas.
Puedo elevar a las alturas a esta película española por su capacidad de intromisión en los conceptos básicos de la narración, su entereza y personalidad y hasta por su contacto con el mundo moderno situado tantos años atrás, pero también puedo machacarla un poco desde el punto de viste pueril y machacón de un momento político que se resume hasta con sorna, aunque no la tuviera, sin profundizar, aunque sí se haga en una decadente y molesta manera de ver el mundo a lomos de un decrépito malandrín del siglo XX.
No es para tanto pero lo es. Pasar por verla es obligado, dejársela olvidada imposible. Bienvenida sea pues.