Estamos ante otro de esos superproductos con ansias megataquilleras fabricados en el Hollywood del Tío Dólar. Hay mucho dinero aquí metido, y los productores habrán estado muy encima para que la película no se salga ni un milímetro de las premisas más estrictas, de la línea requerida para que sea una película cien por cien de palomitas.
Hay mucho dinero. Por eso tienen una estrella del cine comercial al frente del plantel: el verborreico Will Smith. Y, dándole órdenes, un director sin demasiado currículo cinematográfico; el clásico realizador llegado del mundo del videoclip. En este caso, un tal Francis Lawrence.
Lo cierto es que a grandes rasgos no hay demasiados datos para la esperanza. Al menos, hasta aquí. Pero mira tú por dónde, resulta que estamos ante una nueva adaptación de la célebre novela de Richard Matheson que en 1964 ya dio lugar a la película The last man on Earth (él era Vincent Price) y en 1971 a The Omega Man (El último hombre, por estos lares, con Charlton Heston como protagonista).
Esto me interesa. No porque estemos ante el enésimo remake (o la enésima nueva versión de una novela), sino porque me atrae el argumento. Lo que no me interesa, claro, es entrar aquí a desvelar nada, pero el título -nadie es tonto- da pistas. Tanto el actual como el de las anteriores versiones.
Una película con estas características argumentales, con lo que esto obliga en su posterior desarrollo, puede dar mucho juego. Si realmente hay ganas de hacerlo bien, la trama debería obligar a director y guionistas a no tirar por los habituales derroteros del género palomitero; debería incentivarles la imaginación, la pura capacidad de inventiva.
Claro que si, al final, el amigo Francis Lawrence intenta simplemente contentar a sus productores y se inclina con marcada cojera hacia los tópicos habituales del cine de acción más chabacano, tendremos un auténtico disparate, un sinsentido. Porque I Am Legend pide a gritos otra cosa. Pide desesperación, más que acción, o más que miedo. Supervivencia y desaliento. Y un puntito de esperanza, sí, pero amedrentada, escondida en el fondo del cubo, bajo mucha ropa sucia.
A Will Smith el papel le viene que ni pintado, y de momento yo saco esas mismas esperanzas del fondo y las planto arriba del todo, bien a la vista. Espero no tener que sacarlas definitivamente del cubo para tirarlas a otro: el de la basura.