Siempre se encuentra uno en el festival una par de películas de torpe fábula sobre grandes cuestiones de la vida. Apuesto por que esta es una de ellas. Sin duda, habrás más.
La clave está en envolverse de un contexto histórico lo más desfavorecido y de actualidad posible. Hablar de la guerra, la injusticia y todas las terribles faltas a los derechos humanos más básicos.Y qué mejor lugar para iniciar una fábula de estas características que al pie de la estatua de buda que destrozaron los talibanes, todo un símbolo de la imposición de la violencia sobre el pensamiento y la ética.
La fábula debe ser simple, clara y directa, no vaya a ser que algún periodista, que tras un pequeño atracón de películas espesas ande algo despistado, no se entere del mensaje. Lo mejor es coger el altavoz y decir bien alto “¡esto es una película moralizante de bellos valores!”. Nadie se perderá, el jurado tampoco.
Esta es una película iraní con dinero francés. Será que habrán oído que hay por hay otro iraní, Bahman Ghobadi que de vez en cuando se pasa por el Zinemaldi para llevarse una concha de oro y se han creído que esto es jauja.
Hana Makhmalbaf es la directora. Además de ser ayudante y demás colboraciones sólo tiene un trabajo como autora de un documental. No es, desde luego, esperanzador.
Una película para olvidar o mejor esquivar, para todos aquellos que no sean ultrafans del cine social para espectadores de última fila. Una fábula más simplona que el peor borrador fallido de Kim Ki-Duk.