Crítica de la película Spring Breakers por Iñaki Ortiz

De niña a mujer


5/5
18/03/2013

Crítica de Spring Breakers
por Iñaki Ortiz



Carátula de la película Spring Breakers, gira en torno a un único concepto: el paso cada vez más abrupto de la inocencia a la edad adulta en la sociedad americana. Tan sencillo y al mismo tiempo tan profundamente complejo. Cada elemento que introduce la película incide en la misma cuestión, ofreciendo nuevos puntos de vista o recalcando los expuestos, convirtiéndose así en un retrato incontestable que va calando con fuerza según avanza. Una espiral que enriquece una idea, como ocurre en el cine de Steve McQueen o en el de Jaime Rosales.

No se trata de una cuestión universal sobre la madurez, es una obra firmemente aferrada a su tiempo y a su lugar. Harmony Korine destapa una realidad que está a la vista de todos, una sociedad que sobreprotege a sus jóvenes con mojigatos valores religiosos mientras los sexualiza y convierte en seres superficiales. El paradigma de todo esto lo encontramos en Diseny Channel, con sus series orientadas al culto a la imagen y al exhibicionismo como objetivo; y en la MTV, donde el desenfreno sexual se mezcla con los valores más rancios. El gran acierto de Korine es señalar todo esto en lugar de contarlo. Juega con que el público ya tiene la información, solo hace falta reflexionar. De la misma manera que Haneke habla, en La cinta blanca, del caldo de cultivo del nazismo sin hacer ninguna referencia explícita, o Paul Thomas Anderson en The Master se refiere a cuestiones relacionadas con la cienciología sin hacerlo expresamente. O como David Fincher evoca en La red social una conversación por chat sin mostrarla. Se busca una complicidad con los conocimientos previos del espectador.

La película tiene argumento, pero apenas estructura y es que el contenido explícito de la narración tiene un valor absolutamente secundario. Aunque vemos una crítica clara con la alusión a las sesiones religiosas que dan paso al desenfreno, no son tan importantes como el mero hecho de que el personaje esté encarnado por la reina de Disney, Selena Gómez. Cuando se referencia a Britney Spears no hay un contenido propiamente dicho en la película. Es una referencia pop suficientemente conocida para que el espectador pueda entender que la propia Britney encarna todo lo que la película quiere representar. Se consigue así la secuencia más impactante de la película, con un discurso aplastante. Korine obliga a mirar y une las dos caras del problema: lo que quiere ver la sociedad (el rosa, los unicornios, el piano) y lo que hay de fondo (la sordidez, la decadencia, la violencia). Te enfrenta cara a cara al aspecto más enfermo de la sociedad americana, que mantiene a sus hijos en absurdas urnas de cristal para luego soltarlos en una selva.

Y como resultaría paradójico hacer una crítica a la doble moral con una obra moralista, Korine huye en sentido contrario. Nos regala una gamberrada transgresora, divertida, sexy, salvaje. Empieza a tope, con Scary Monsters and Nices Sptites a todo volumen y la mejor orgía playera que podamos imaginar, pero no tiene intención de bajar el nivel de fiesta depravada ni un segundo. Nos sumerge en una estética de neón y música electrónica que convierte la experiencia en un viaje alucinógeno. En esto ayuda el equipo: el director de fotografía, Benoît Debie, quien ya nos había drogado en Enter the Void; y Cliff Martínez en la banda sonora, repitiendo el hipnotismo de Drive, y acompañado de Skrillex que le da la réplica electrónica más brutal. Korine demuestra aquí una mayor madurez estética, con el increíble plano secuencia del atraco o con el onírico pasillo rosado del final. Combina esta capacidad calculada con derroches del sexo más fácil, más propios de Jersey Shore o del videoclip de un rapero. Y en esa línea, es genial la caricatura de gangsta rapper que borda un James Franco crecidísimo. Dólares en la cama y armas para fardar posando ante ellas con sus zorras en bikini.

Spring Breakers es impecable por su inteligente uso del reparto: las chicas Disney corrompidas, como el mensaje más contundente. Es impecable porque es capaz de divertir de la forma más grosera mientras mantiene unas aspiraciones de lo más profundas. Es impecable por la solidez de su plasticidad. Es impecable porque es una idea poderosa, asombrosamente precisa y coherente a todos los niveles, sin añadidos, sin excusas. Es una bomba de mierda en la cara más limpia de EEUU. Impecable.



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