El gran Vázquez es una de esas
películas que pasan volando. Nos cuenta una vida más peculiar de lo
que cabría esperar, un biopic en el que, claramente, la vida del
artista supera a su obra. Es por ello que en este caso no se haga más
hincapié del necesario en las historietas. Siempre es interesante
conocer los entresijos de una editorial como Bruguera, que todos
hemos devorado en la infancia.
El guión tiene un buen ritmo y se para
en los pasajes más interesantes para el espectador, colocando
pequeños elementos llamativos, como el de los dibujantes rojos, o el
éxito creciente de Ibáñez en comparación con Vázquez. Así como,
por supuesto, las extremas situaciones del antihéroe, con el que se
es bastante condescendiente en la mirada que se le ofrece.
Sin duda, gran parte del éxito de la
película hay que atrubuírselo a los actores, especialmente a ese
trio impagacble que forman Enrique Villén, Alex Angulo y desde
luego, Santiago Segura. Funcionan a la perfección en sus
respectivos papeles, casi hechos a su medida.
Podría haber sido una comedia mucho
más apreciable si la realización acompañase más. Mucho plano
trucado para convertirlo en viñeta, que no tiene ni mucho menos la
fuerza que puede conseguir Javier Fesser. Una Barcelona
completamente impersonal, que, de no ser por los monumentos y
lugares, podría pasar por otra ciudad grande. No se aprecian los
acentos, ni las formas que uno espera de la Barcelona de entonces.
Encontramos escasos planos con cierta personalidad (pienso en la cola
del banco, o algún momento en su pensión de mala muerte) En este
sentido, Óscar Aibar tiene aún bastante más por demostrar. En todo
caso, una comedia amena, divertida, interesante aunque inofensiva. No
es poco.