Crítica de la película Hijos de los hombres por Iñaki Ortiz

Cuarón me ha dejado boquiabierto con sus impresionantes planos secuencia. En concreto el del coche y la marcha atrás que viene a hacerle la competencia y posiblemente a ganar a la escena similar de “La guerra de los mundos”. Cuarón consigue así un realismo inusitado. Como la explosión inicial que te sacude. En varias ocasiones la cámara “mira” hacia atrás para ver a los perseguidores, consiguiendo una integración completa del espectador. La cámara a pie de calle en medio de una batalla que, da la sensación, rodea al punto de vista por los 360º.

Suspense con un protagonista que nunca lleva pistola ni parece que esté dispuesto a usarla. Que queda descalzo, en ese plano estupendo de los calcetines en el barro. La escena del escape de la casa con ese coche que no arranca hasta la locura, con esa situación de los personajes que van apareciendo y se vuelven a ir. O el nombrado plano secuencia, pasamos de la tranquilidad a una invasión verdaderamente por sorpresa. No hay planos intermedios con malvados ojos acechando y música de tensión. Directamente escuchamos “sigue, podemos pasarlo” no sabemos ni de que hablan y ahí aparece el coche en llamas y estamos dentro. La moto, tiene una pistola, así de repente, y para colmo, Cuarón tiene los santos cojones de (por si no has leído el aviso, contamos parte importante de la trama) cargarse a la supuesta coprotagonista. Una escena que se vive. Nada que envidiar a Spielberg, yo diría que esta vez le ha ganado en su terreno, un terreno que a priori no se diría que es el de Cuarón, aunque visto lo visto... Ese uso de los efectos especiales al servicio del arte y no de la taquilla me encanta.

Pero digo de segundo apellido, porque de primero es Cuarón. No va a alargar el final, ni ser amable con su público. Puede matar a sus personajes pronto. Y sigue teniendo eso que me encanta de él: su capacidad increíble de recrear ambientes. Y no me refiero a los ambientes comunes de “niebla para el suspense” o cosas por el estilo. Es algo mucho más sutil. Algo que sientes dentro y que evoca un recuerdo. La escena del parto, por ejemplo, con ese cuarto oscuro sólo alumbrado por la lámpara de mano. Sientes que has estado alguna vez ahí, en una situación traviesa, no tanto furtiva claro. Cuarón sabe dirigir la fotografía hacia sus propios espacios de sugerencia. Y el  sonido, ese perro ladrando que lo sentimos ahí fuera, en la calle. Ese vaho al trasluz.  Me parece absolutamente brillante. Otro ejemplo es cuando Owen sale en calcetines de la casa (quizá sea que la noche se le da muy bien). Toda esa escena con la visión a través de esa ventana de cristales con aureola opaca.

Una dirección brillante. Unas actuaciones a la altura, Michael Caine está perfecto. Un guión consistente y bien llevado. Todo eso conforma una gran película.