Confieso que he visto Noche loca. Yo iba a ver otra película al cine, pero era de esas que en la cartelera donostiarra solo dura una semana. La película no es gran cosa. Se nota que había unas cuantas buenas ideas, pero da pena ver cómo se acaban rápido y cómo la película tiene que convertirse casi en La jungla de cristal para poder aguantar 90 minutos. Seguramente lo mejor de la película sea Steve Carell. Sólo con verle ya te entran ganas de reir. La película se merece entre dos y tres estrellas, poco más. Sin embargo, no hay nada en ella irritante. Es una comedieta americana de consumo que, simplemente, le falta algo de originalidad para ser una buena comedia. Nada que ver con cosas como Un regalo para ella, o la película que nos ocupa en esta precritica: En pata de guerra. ¿De verdad estamos como para reirnos con el in-fu-ma-ble Brendan Fraser y gags de humor físico con animales?
Una cosa es que nos desesperemos un poco con la falta de originalidad de la mayoría de comedias. Y otra cosa es caer en el pozo de la estupidez más profunda y con propuestas que parten de la base de que el espectador es imbécil. Y lo peor es que esto no sea la excepción. Porque parece que esto de la crisis no sólo ha afectado económicamente al cine, sino que también ha afectado a los departamentos de marketing que han debido de pensar eso de "en tiempos de penurias la gente lo que quiere es reirse con algo sencillo" y se han lanzado a producir un montón de cine que no va a ninguna parte.
No, señores, en tiempos de crisis lo que menos hace falta es ver obras decadentes como ésta. No ir al cine a verla a menos de que nos hayan dado un martillazo en la cabeza y no tenga cura.