Antes que nada quiero remarcar y decir que esta película se merece una estrella, y que no se la voy a dar porque me resisto a creer que alguien que es capaz de firmar "Excalibur", firme un film tan flojo y poco original como este.
Porque, ante todo, esta película es muy poco original. El argumento del suplantamiento de la personalidad me lo han servido hasta en el comedor de la universidad. Y no sólo me quedo en la superficie, sino que el supuesto fondo, la fábula moralizante que nos inocula Boorman sobre el capitalismo y la situación actual de la juventud y la sociedad en Irlanda está más visto que el propio cinematógrafo. Un tiburón de los negocios que tiene como hijo a un aprendiz de comunista. ¿Se puede ser menos sutil en las formas y en el contenido?
El comienzo del film en el atasco ya me estaba costando, pero el colmo ha llegado cuando el verdadero Liam persigue al falso y acaba con la cara hundida en el barro. Hasta yo he sentido la mierda de ese barro en mi boca. A partir de ahí la película se desboca, y se apuntala como un thriller construido a base de una música "tipo" machacona. Un despropósito. Un continuo ir y venir de chistecillos y gracietas que, ¡cómo no! ha provocado la risa continua en la sala.
En mi precrítica decía que Boorman se había convertido en esa coca-cola que lleva dos días abierta en el frigorífico y que se ha quedado sin gas y sin fuerza, pero que aún conservaba el sabor genuino y diferente. Mucho me temo que, si este cine es el que nos va a regalar a partir de ahora me equivoqué.
En fin, sólo se puede salvar Brendan Gleeson de esta película, ¿quizá hasta le caiga un premio por su doble interpretación? Porque, de la lógica y coherencia del argumento, mejor no hablar, ¿se puede actuar de forma más torpe?
Decepción y decadencia.