Basada en la novela autobiográfica de Benjamin Mee, We bought a zoo, este titulo podría convertirse en la opción familiar por excelencia de estas Navidades. Una mezcla de comedia y drama alrededor de la historia con adorables animales consiguiendo enternecer y divertir, a modo de cuento lleno de buenas intenciones y un mensaje optimista y de canto a la vida.
Si bien es cierto que hay varios factores que podrían hacerla dudar de un formato familiar más convencional, no creo que esta película se desmarque de tópicos, aunque sea de visionado agradable pese a sus dos horas de duración. Uno de esos factores más desestabilizantes es sin lugar a dudas su director y guionista Cameron Crowe. Directamente puedo afirmar que no es plato de mi gusto, con títulos espeluznantes como Elisabethtown o el malogrado remake de Abre los ojos, Vanilla Sky. Otros sin embargo lo recuerdan con más cariño por Casi famosos o Jerry Maguire. Capaz por lo visto de lo mejor y lo peor, habrá de poner empeño en no caer en su defecto más destacado, basado en tender hacia sentimentalismos prefabricados. La naturalidad deberá ser uno de los puntos fuertes, aunque ya de principio se base en un argumento un tanto inusual.
Por otro lado, no podemos negar el tirón de sus dos protagonistas principales. Matt Damon deja de dar tortazos secos y encarna al propio Benjamin Mee, padre y marido modelo amante de la naturaleza. Quien lo ha visto y quien lo ve. A su lado, la despampanante Scarlett Johansson, adoptando el inusitado papel para ella de madre y esposa. Será extraño verlos a los dos tan alejados de sus habituales papeles de tío duro y mujer fatal.
Será correcta, amable y con un toque soñador a la vez que dramático, conducida sin prisas y que puede cometer el error de ser inútilmente cursi. Personalmente a mi no se me ha perdido nada en esta fiesta, pero puede ser una opción decente para ir estos días en familia a comer palomitas.