Crítica de la película Harry Potter y las reliquias de la muerte Parte 2 por Hypnos

Tal y como comentaba Obi Wan, es difícil valorar esta película desde un punto de vista independiente, teniendo en cuenta que, como tal, no es una película, sino una parte de una película y que, además y para más inri, se trata del final de una saga. Un final largamente esperado para quienes yo no han leído la novela. Esta es una cuestión sobre la que quiero insistir mucho ya que entiendo que la novela siempre sirve para ahondar errores o para corregirlos. Hay cientos de ejemplos en los que una buena novela tiene una mala adaptación y gusta (como Revolutionary road) o películas que incluso son capaces de superar a la novela (The reader).

Centrándonos en las cuestiones de interés, todo final que no pasase por la muerte de Harry Potter me parece un fraude inaceptable. La Rowling se cansó de repetir que se preocupó de terminar la saga de tal manera que nadie pudiese seguirla y de tal manera que quedase todo atado y cerrado. A la vista de las turbulencias financieras de esta crisis, como el asesor de la Rowling enlace tres o cuatro malas inversiones, ahí tendremos una nueva historia que empezará con que una parte de Voldemort se acabó pegando a la varita de sauco y que ésta entró en contacto con un charco en el que había un colmillo de basilisco y, como Indiana Jones 4, lucharán padre e hijo.

En esta inteligente mixtura y refrito de sagas anteriores que es Harry Potter, la Rowling acaba cometiendo el mismo error de Tolkien: la falta de tragedia. El caso de la Rowling es aún más grave porque se veía venir desde hacía muchas películas que el último horrorcrux era precisamente Harry, tras el ataque cuando era niño, y lo anterior sólo podía tener un final de tragedia al más puro estilo griego.

Pero no, fíjense por dónde que se sacan un limbo (¿dónde están los que se quejaban de Perdidos?) en el que aparece Dumbledore, al más puro estilo Gandalf, para terminar de explicar el asunto. Que no, que no está muerto, que está sólo atontado. Una falta de lógica interna y un dogma de fe que hay que tragarse para asistir, con posterioridad, a un final totalmente falto de emoción con el enfrentamiento Potter - Voldemort, sabiendo todo el mundo cómo va a terminar y que, tras acabar con la serpiente, Voldemort morirá para, como colofón final, meterte un embrollo sobre que la varita de sauco le pertenecía a Harry porque desarmó a Draco que, a su vez, desarmó a Dumbledore, antes de que Severus le diese muerte. Claro que tampoco queda muy claro el efecto que tiene que uno utilice la varita de sauco contra su dueño. Algo terrible debe suceder cuando el mago más poderoso de la historia no la quiere utilizar para matar a Severus, pero luego resulta que a Voldemort no le pasa nada al utilizarla contra Harry.

Por intentar aplicar algo de lógica, ¿por qué Voldemort deja desguarnecido Hogwarts teniendo en cuenta que allí guarda horrorcruxes? Ah, sí, porque resulta que la acción debe terminar con Hogwarts destrozado para elevar las dosis de dramatismo.

En fin, es por estos motivos por los que uno disfruta de la fantasía de George R. Martin porque, precisamente, no es lo de siempre, no es el mira en qué aprietos te pongo pero tranquilo que todo acabará bien.

Ésta es mi crítica general al concepto de final de la saga. Por lo que se refiere a la película. La misma es un desatino en la explotación de los momentos de emoción. Ya sucedió con la muerte de Dumbledore y posterior funeral, que le dejó a uno tan tranquilo en el sitio. Y en esta película sucede con todos los momentos supuestamente emotivos. No llega la historia de Severus, más que conocida y telegrafiada por otro lado en películas anteriores, y no llega ninguna de las demás muertes de esta película, incluso la muerte de Bellatrix Lestrange está tratada con absoluta falta de emoción. Y, por último, no llega, entre la incompetencia de Yates y la incapacidad gestual de Daniel Radcliffe, el momento de conciencia de sacrificio de Harry.

Mucha explosión, mucho ser mosntruoso al más puro estilo del asalto al abismo de Helm, y una fotografía de Serra, verdaderamente encomiable. Se echa en falta también una poderosa banda sonora que sea capaz de aportar algo más de sentimiento que la plana dirección de Yates, firmando quizá sus peores momentos de la saga.

Se queda en un mero y bonito espectáculo que no hace honor a una saga de estas características y dimensiones.

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