Crítica de la película La víctima perfecta por Romulo

Una vez fui al chino, pedí un Robert Downey Jr. y los muy listos me dieron un Jeffrey Dean Morgan. Eso sí, todo a un euro.

Dean Morgan es el medio-sosias de Downey Jr que, efectivamente, interviene en La víctima perfecta, con difuso papel, al lado de la verdadera protagonista: Hillary Swank. Ella hace de víctima indefensa en plena jungla de asfalto y cristal neoyorquina. Esto, claro, no se lo cree nadie: Con esos bíceps y esa angulosa mandíbula de machote es más que probable que Hilllary Swank tumbase de un directo a cualquier pardillo acosador, sin mayores problemas.

Aceptando estas premisas, como quien acepta que Superman puede volar, solo nos queda asumir que estamos ante una película de perfil bajo, que la amiga Hillary debe andar muy perdida para aceptar meterse en estos embolados y que, sí, está pasando a engrosar la lista de jóvenes ganadoras de Óscar a las que la estatuilla ha hecho más daño que cosquillas.

No hay nada nuevo en esta película. Ni en la propuesta, ni en lo argumental, en nada. Dirige Antti Jokinen, que después de jugar dos temporadas en el Compos, pasó un año cedido en el Celta de Vigo, que no ejerció la opción de compra; luego participó (y esto no es coña, atención) en la realización de la retransmisión de Eurovisión 2007. Ver para creer.

No sé. A mí también me dan ganas de entrar por la fuerza en el piso de Hillary Swank y meterle un jarronazo en la cabeza, a ver si espabila.