Déjame entrar es una buena película, con una premisa interesante, original, y un resultado un tanto frío (¿cine nórdico al fin y al cabo?, tiremos de clichés, incluso para justificar...), satisfactorio pero lejos del título de culto que muchos parecen querer ver. En cualquier caso, una cinta interesantísima.
La fiebre de remakes norteamericanos (tampoco nos engañemos, es una costumbre habitual ya desde hace tiempo, no hablamos de nada nuevo) nos ha llevado a que películas recientísimas, apenas meses después, como quien dice, conozcan su versión usamericana.
Es fácil adivinar que lo que encontraremos será una versión bastante calcadita, sin alejarse ni un ápice del modelo, con situaciones idénticas, pero suavizando perfiles y comercializando la propuesta. El mercado yanqui no se mete a versionar un producto que estima interesante para convertirlo en una rareza underground; al contrario, si hay remake es porque entienden que, con un par de pinceladas, lo pueden convertir en un buen reclamo para la taquilla.
Así, se ha encargado la batuta a Matt Reeves, que ya hizo lo que tenía que hacer al mando de Monstruoso (bajo las órdenes, realmente, de J.J.Abrams) y que ahora cumplirá a pies juntillas con lo que Tío Dólar exige.
En definitiva, quien haya visto la original y haya quedado especialmente satisfecho, se puede ahorrar el visionado de esta versión edulcorada.