Después de varios guiones, entre
ellos, la colaboración con Todd
Haynes en la interesante I'm not there, Oren
Moverman saltó a la dirección con The Messenger. La
película consiguió dos nominaciones al Oscar y se llevó un par de
premios en Berlin. Como ópera prima no estaba mal, pues contaba con
momentos realmente intensos, y el director no sólo conseguía
excelentes interpretaciones de sus actores, sino que aportaba una
mirada detallista e hiperrealista, encontrando los rincones escondidos del drama. Su problema era el de muchas de
estas primeras obras de bajo presupuesto que vemos en festivales, que
tienen demasiado relleno de metraje con escenas estándar y
estructura archiconocida para quien haya visto unas cuantas películas
en festivales. Habría sido una excelente obra de una hora,
desgraciadamente no espacio comercial para este tipo de duración.
Ahora llega la segunda película,
repite reparto: Woody Harrelson, Steve Buscemi y Ben
Foster. Además se unen Sigourney Weaver y Robin
Wright. Por ahí todo bien. Eso sí, en la segunda película no
hay perdón que valga. Sin duda ahora tiene más medios, más
posibilidades, más crédito y si se dedica a cubrir huecos o tomar
decisiones fáciles no pienso aceptarlo. Afortunadamente, esta vez
cuenta con un aval en el guión, la historia viene firmada por James
Ellroy, novelista que conocemos muy bien por L.A. Confidential o La Dalia Negra. Esta colaboración que nos da cierta
garantía de tener un guión con chicha, lo que unido a la demostrada
capacidad de Moverman para conseguir elementos memorables y al
reparto rebosante de carisma, estamos ante una mezcla que promete. De ese
drama hiperrealista que nos planteaba el director en su anterior
película pasamos a un policiaco, de un autor del que se suele
obtener resultados de puro género. Veremos si las habilidades
conjugan bien.
Veremos la película en la sección
oficial del Festival de San
Sebastián, que este año tiene un menú variado y en muchos
casos apetitoso.