Tom a la Ferme es muchas cosas, y difícilmente podemos quedarnos con una sola. Xavier Dolan consigue aquí una mixtura de géneros realmente original. Es un relato de terror rural psicológico. El protagonista urbano perdido en un mundo en el que no puede utilizar sus mecanismos de defensa. La figura de la violencia bruta, la supremacía de la fuerza, y el desconocimiento de los protocolos sociales. En definitiva, un pez fuera del agua. La tensión se puede cortar en algunos momentos y se consigue una atmósfera de cierta oscuridad onírica como es el momento de la cicatriz.
También es una fantasía sexual de dominación. El débil urbanita que al tiempo que se siente ultrajado, se excita ante la inesperada sumisión a esa mano firme que abofetea y estrangula. Una fuerza dominante, que solo mira por sí mismo pero que no deja de ser consciente del placer que provoca en su víctima, y que no solo controla, sino que se esmera en humillar innecesariamente a su presa. No es solo un relato erótico; es, como digo, una fantasía, que no pretende buscar la verosimilitud, y que de hecho, empieza directamente en la cama, para remarcar esa dualidad entre realidad y delirio sexual. Por otro lado, Dolan aumenta el scope en las secuencias de violencia y sexualidad, para darles un tono más ficcionado.
Pero tiene más. Tiene drama. Tiene humor, a veces negro y poco definido, otra vecces en modo de gag, a ratos mezlado con el erotismo. Y hay influencias por todas partes. Costumbrismo rural a lo Chabrol, pasión oscura a lo Almodóvar, onirismo a lo Lynch, suspense psicológico Hitchcock.
Una obra compleja y completa, que por su mezcla atípica puede causar rechazo en cierto setor del público, pero que una vez dentro de su propuesta, resulta realmente refrescante. Y de nuevo, una selección musical excelente, con temas de Gotan Project y Rufus Wainwright, entre otros. Ojalá este director siga regalándonos obras osadas y diferentes.